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Sábelo Margarita, y se dirige á la iglesia del mismo convento para hablar con él; pero allí hace en ella tal impresión el discurso de un sacerdote, que, arrepentida de sus faltas y comprendiendo la enormidad de ellas, cae en tierra anonadada, se despoja de sus galas y vestidos, y con sus gestos y ademanes hace creer al pueblo que ha perdido la razón.

Alegrose de esto, en que no pudo menos de reparar, Cervantes; que él creía, y no sin razón, que por más que doña Guiomar hubiese dado muestras, enviando primero a Florela en busca suya, y lanzándose después, sin algún miramiento, en un lugar tan indigno de ella como el bodegón de la tía Zarandaja, del encendido amor que le tenía, que este amor era de dificilísimo logro; que podía ser muy bien que, estando aun en los principios de aquel amor, por grande que él fuese, de los principios no pasase; antes bien, con la reflexión se amenguase y desapareciese; sobre todo, que cuando en mucho se aprecia una cosa, viene a parecer imposible, y tanto cuanto más imposible se la cree, tanto más empeño en ella se pone, y tanto más se estima aquello que puede ayudarnos al logro de la victoria; y que los celos de una parte, y la vanidad femenil de otra, son los mejores amigos de un enamorado para ayudarle a vencer su hermoso y anhelado imposible, sábelo todo el mundo; y sabíalo mejor que otros Cervantes, que en esto de conocer las cosas del mundo era graduado in utroque, como lo muestra claramente la gran perspicacia que acerca de la vida y de sus sentimientos ha patentizado en sus inmortales escritos: por lo mismo, y para estimular más los ansiosos celos de doña Guiomar, miró tiernamente, y como con codicia, a Margarita, puesto que por ella no sintiese otra cosa que una caritativa voluntad y una afición honesta, que podía muy bien compararse con el amor de un hermano; que muy reciente estaba la herida que en su pecho habían abierto las grandes perfecciones de la hermosa indiana, y harto encendido el volcán de sus amorosas ansias por ella, para que otra mujer, siquiera fuese un trasunto de belleza, pudiese curarla ni apagarle.

Y el alma de las devotas, sábelo, es la peor de todas, porque unen a la perversidad de sus instintos, y hasta el desorden de su conducta, la hipocresía de una virtud con que se engañan a mismas... Tienen tan altas aspiraciones, que se creen todavía llevadas por los ángeles cuando arrastran ya los pies por el fango de los caminos. No hablemos más de Elena.

El malaventurado cocinero del rey, hermano del fingido padre de nuestro mozo, se ha encontrado cogido por los enredos, y como es de pasta quebradiza y cicatera, ha cantado de plano, y vuestro hijo sabe quién es su padre y sábelo la corte, y sábelo todo el mundo, y lo único que ha sucedido á derechas y de lo que me alegro, porque el mancebo parece nacido con buena ventura, anoche le casó la reina con la hija del coronel Ignacio Soldevilla, que por ahí anda á las órdenes de vuecencia en los tercios de Nápoles.

Pero, tío dijo dulcemente Sagrario, emocionada por el relato, yo no puedo hacer lo que ella; yo soy una infeliz, sin valor y sin voluntad. Llámame Gabriel dijo Luna con vehemencia . eres mi antigua Lucy, que de nuevo sale a mi camino. Sábelo de una vez: hace tiempo que examino mis sentimientos, que analizo mi voluntad, y tengo una certeza: te amo, Sagrario.

Esto debe acabar prosiguió Jaime, sin hacer caso de la alegría de la sirviente . Esto acabará hoy mismo; estoy decidido... Sábelo, madó, antes de que la noticia corra: me caso. La criada juntó las manos devotamente para expresar su asombro y elevó la mirada al techo. ¡Santísimo Cristo de la Sangre! Ya era hora... Antes debía haberlo hecho, y otro sería el estado de la casa.

Es de ver cómo quitamos cuchilladas de atrás para poblar lo de adelante; y solemos traer la trasera tan pacífica, por falta de cuchilladas, que se queda en las puras bayetas. Sábelo sola la capa, y guardámonos de días de aire y de subir por escaleras claras o a caballo.

Bueno, quizá eso baste, porque es una niña, porque es más fácil persuadir a las niñas que se queden quietas que a los varones. Yo cómo son éstos; he tenido cuatro , cuatro, sábelo Dios , y si se los ocurriera atarlos se agitarían y gritarían como los cerdos cuando se les pone un anillo en el hocico.

Pues mira, a tu amante puedo deshacerle de un golpe; me tiene miedo, sábelo, hasta cuando le miro; si me viera en despoblado, solos frente a frente, escaparía de ... Yo soy tu esposo; me lo has prometido de cien maneras; tu don Víctor no es nadie; mírale como no se queja: yo soy tu dueño, me lo juraste a tu modo; mandaba en tu alma que es lo principal; toda eres mía, sobre todo porque te quiero como tu miserable vetustense y el aragonés no te pueden querer, ¿qué saben ellos, Anita, de estas cosas que sabemos y yo...? , las sabías también... y las olvidastes... por un cacho de carne fofa, relamida por todas las mujeres malas del pueblo.... Besas la carne de la orgía, los labios que pasaron por todas las pústulas del adulterio, por todas las heridas del estupro, por...».

Siempre serás el mismo; únicamente existes : sólo deben tenerse en cuenta tus deseos. Me has hecho mucho daño, ¡mucho!... y ahora me dices, como un niño: «Yo que creía...» ¿Qué esperabas después de tus locuras?... Sábelo bien: te aborrezco. Tu presencia me es odiosa. ¡Te aborrezco!