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Dize pues que lo que los suyos le escriven, son muchas quexas de su mujer y hijos, como su Mag. mismo lo ha tenido por auiso, de su oluido dellos; de lo poco que veen de señal del fauor que tanto les he auisado y encarescido de su Mg.^d Christi.^ma

Era un señor con distrito propio: llegaba con su acta pura e indiscutible, lo mismo si mandaban los suyos que si el partido estaba en la oposición.

Llevaba la cuenta de todos los hijos de amigos suyos que habían partido para el otro mundo con la sotana puesta. El hijo de Treufoch llevaba enviados de América cerca de seis mil duros.

Los diarios de Madrid le llamaban simplemente «el cabecilla Saldaña», no anteponiendo á su nombre adjetivos infamatorios, sin duda para diferenciarle de otros jefes de partidas que en Aragón, Cataluña y Valencia habían hecho durante cinco años una campaña de saqueos y fusilamientos. Para los suyos, era el general don Miguel Saldaña, marqués de Villablanca.

Por eso salió muy ufano á la calle, reunió á los suyos, contólos uno á uno, miró á Cafetera con un poquillo de ternura, y con otra seña muy expresiva los arrastró á todos á la taberna de enfrente, en la que entró gritando: ¡Seis tazas de café y seis copas de anisao!

El descubrimiento la satisfacía; aquello era obra suya al fin y al cabo, pero los dos mil reales le dolían: también eran suyos».

Salió Berenguer de Entenza el primero á caballo, y desarmado con sola una azcona montera, como persona de mas autoridad, á detener los suyos, y retirarlos.

Mis ojos no se apartaban casi nunca de su rostro: ella entornaba a menudo los suyos para dirigirme una sonrisa apretando al mismo tiempo mi mano. Observé, no obstante, que se había amortiguado un poco la viva expresión de su fisonomía y que iba perdiendo aquella graciosa volubilidad del principio.

Pero lo q. hace al caso, venga V. Ex.^a a resuscitar a los suyos: Buelua al cuerpo del bien público, porque biue, como sin alma, sin V. Ex.^a No soy yo solo el q. lo digo, q. personas graues, que biuen lexos de la inuidia, y de aquel barrio del infierno, lo gimen, lo braman, me preguntan de su venida.

Dejando, pues, á algunos de los suyos el cuidado de combatir á éstos, se lanzaron ambos con el núcleo de su fuerza sobre Ramiro de Tolivia y Froilán de Villoria, que capitaneaban escasas pero aguerridas huestes. Estos nobles guerreros, á pesar de su audacia y su fuerza, no pudieron resistir mucho tiempo el esfuerzo de aquellos hombres indomables.