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Su mirada acariciaba a Julio. Pero observando de pronto que entre éste y Adriana había "algo", puso una graciosa cara de susto y su gesto parecía pedir a Adriana, buenamente, que la disculpara de una torpeza involuntaria. Para hacerse perdonar del todo, quiso que la señorita Ivonne y Charito les dejaran conversar aparte.

Por no exponerme a otro susto, y por considerar que nada adelantaba con quedarme en el portal, también me aparté del colegio echándole, sin embargo, miradas codiciosas y tristes. Llegué a casa, después de caminar entre calles algún tiempo, a la hora precisa de comer. Mi diminuta huéspeda me salió al encuentro y me abocó con familiaridad no exenta de protección.

Aceptaba sus servicios, pero quería algo más. Deseo comer, tío Caragòl dijo alegremente . Me contentaré con lo que haya... El susto me ha dado hambre. Cuando Ferragut salió de Barcelona ya tenía casi cicatrizada la herida del hombro.

Pasado el susto, se abrazó a sus rodillas besándolas con frenesí, se desbordó en un mar de palabras apasionadas, incoherentes, llenas de fuego y de verdad, mientras ella, tan breve, tan diminuta, contemplaba aquel coloso rendido, con sus ojos misteriosos de valenciana lucientes de amor y pasión. Con este inmenso trabajo conquistó el conde de Onís a la gentil señora de D. Pedro Quiñones de León.

Hable, padre, y será servido a pedir de boca. Pues bien, ilustrísimo señor. Ruégole que no vuelva a tomarse el trabajo de vestirme. Allá por la primera mitad del anterior siglo no se hablaba en Lima sino del alma de un padre mercedario que vino del otro mundo, no si en coche, navío o pedibus andando, con el expreso destino de dar un susto de los gordos a un comerciante de esta tierra.

¡Muchacho! exclamó tía Pepilla. Entra, entra para que te vea tu madrina.... La pobrecilla ha estado muy mala; buen susto nos dió.... Por eso no te hemos escrito. ¿Quién lo había de hacer? Si Angelina estuviera aquí.... Entré en el cuarto de la enferma. La pobre anciana estaba en un sillón, muy abatida y trémula.

Santiago preguntó a un criado si la señora y los niños estaban ya acostados y habiéndole respondido afirmativamente, dijo a su hermano rebosando de alegría: ¿ no tocas el piano? . Pues vamos a dar un susto a mi mujer y a mis hijos. Ven al salón. Y le condujo hasta sentarle delante del piano.

Josefina iba perdiendo el miedo. Aquel señor tan feo no era malo. Se atrevió a pedir agua. El barón respondió que no se estilaba en aquella casa, y que lo mejor que le vendría ahora para quitar el susto era una copita de Jerez. Hízola traer, y luego que la niña la hubo bebido, los dos campeones del rey legítimo se retiraron a un rincón de la sala a deliberar.

Con la calma vino la reflexión, le pegué un susto al soplón Ambrosio, hice que me quitaran el hábito blanco, se enfureció el abad, y por él lo siento, dejé para siempre el monasterio y aquí me tienes más contento que unas pascuas.

Vio algo extraño en ellos: parecían menos alarmados y como llenos de curiosidad maliciosa. Había allí sorpresa, incertidumbre, no susto ni temor a un peligro. ¿Pasa algo? ¿Qué pasa? preguntó anhelante, con la cara de lástima que ponía cuando acudía en vano a implorar sentimientos tiernos, de caridad, en sus semejantes. Hombre, usted puede entrar dijo Körner ; al fin es el marido. Bonis entró.