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Como si quisiera indemnizarme del susto y de las injurias que me había dicho, ninguna noche estuvo tan cariñosa y zalamera. Tirándome por las manos y sonriendo con sus ojos llorosos aún, exclamaba: ¿No parece mentira que haya llegado a enamorarme de este modo de un gallego? No obstante, desde entonces había días en que me hacía padecer mucho con sus celos injustificados.

Zaféme con mucho trabajo de tanta multitud de sangrientos cadáveres amontonados, y llegué arrastrando al pié de un naranjo grande que habia á orillas de un arroyo inmediato: allí me caí rendida del susto, del cansancio, del horror, de la desesperacion, y del hambre. En breve mis sentidos postrados se entregáron á un sueño que mas que sosiego era letargo.

Me acerqué de puntillas y le tapé el rostro con mi pañuelo. ¡Jesús! exclamó. ¡Qué susto me has dado! Ya vino papá... ya vino... y.... ¿Y qué? pregunté ansioso. Dice que viene por ; que está enfermo; que señora Francisca está más chocha cada día.... En fin, que el viernes nos iremos.... Y ... ¡contenta como una sonaja!... ¿no es verdad? ¿Contenta yo? ; tienes razón.

Como que me cogieron en una hora tonta, y yo, muerta de ansiedad y de susto, no sabía lo que me hacía. Pues un señor del Museo me dijo después que el cuadro no valía menos de diez mil reales... ¡Ya ves qué gente! No sólo desconocieron siempre la verdadera caridad, sino que ni por el forro conocían la delicadeza.

Tendría que ver que volviera a casa, después de darles el gran susto; si no tengo valor para matarme, ¿iba a tenerlo para mirar a mi padre frente a frente, y para vivir de él, como lo he hecho siempre? en mi casa soy un estorbo, y en el mundo no hay sitio para ... Me irrita la alegría de esta chusma...

Entró en el establo y dió algunos pasos hacia ella. ¡Cuidado, señora, que es un animal muy torpe! Pero la condesa no hizo caso. Llegó hasta la vaca, la cual sacudió la cabeza y lanzó un resoplido con señales de susto. ¡Cuidado, señora, cuidado! volvió á exclamar Pedro.

En pocos días quedaron zanjados estos asuntos, y fue resuelto que un jueves, 1.º de abril, aparecería el primer número de La Independencia, «diario liberal de la mañanaDespués de la aventura del armario, Miguel quiso persuadir a la generala a que comprase el silencio de la doncella, a fin de no pasar en adelante un susto parecido.

El señorito va corriendo detrás del señor Duque por la huerta dijo, con voz apenas perceptible. ¿Lo alcanzará? preguntó la infiel esposa, muy pálida, aunque repuesta ya bastante del susto. No lo creo. El señor Duque tiene el caballo amarrado al lagar de Antón. Lleva delantera para poder montar, y entonces imposible seguirle. ¿Dónde me escondo yo? Si vuelve, me mata.

No he sabido lo que te amo hasta esta tarde, en que creí que te ibas para siempre. La enferma movía con pereza una de sus manos y acariciaba la cabellera crespa de Maltrana, lamentándose de la forma aterradora de la crisis, como si ésta fuese un acto de su voluntad. ¡Pobrecito! decía lentamente ¡qué susto te he dado! Aún se te conoce en la cara; estás pálido, te tiembla la voz.

¡Qué susto me has dado! exclamó Susana abandonando la banqueta, ¿por qué entras así, como un ladrón?