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Es un susto puramente moral. ¡Bueno! exclamó en actitud vacilante, sonriendo también. No qué será... Voy a concluir. En los breves instantes que duró la operación tuvo tiempo a perder todo el valor que había mostrado. De suerte que cuando D.ª Carolina se bajó de la silla, con la misma ligereza que una niña, y se volvió, encontrose con un hombre desencajado, tembloroso, que daba pena mirarle.

¡Jinojo! que me ha dado usted un susto... gritó don Víctor, que descansaba allí dentro, sobre un banco rústico, mientras retorcía con fuerza el sombrero flexible que chorreaba una catarata de agua clara.

Declare V. lo que es para que no nos coja de susto. Ea, Sr. D. Acisclo, declárelo V. añadió Pepe Güeto . Mi mujer pretende que V. tiene comezón de ser santo como su sobrino, y que el día menos pensado traspone V. y nos planta y se larga a Sierra Morena a hacer penitencia, metido entre matorrales o en el hueco de algún peñasco.

Daba gritos de susto por su caída, y al quedar sentado en la mano del gigante tampoco se consideró seguro, agarrándose á uno de sus dedos. Al fin pareció serenarse, echando atrás el velo que cubría su rostro para poder hablar. Sólo por usted soy capaz de arrostrar tantos peligros. Pero todo lo doy por bien empleado á cambio del placer de verle. Esta vez el asombro de Gillespie fué risueño.

Y esto sucedió entonces. Un mancebillo de Rivota saltó al cabo por encima de la hoguera y después de saltar gritó con voz recia: «¡Viva LoríoUn estremecimiento de susto corrió por toda la plazoleta. La inquietud y el malestar se pintaron en todos los semblantes. Otro chicuelo de Canzana hizo inmediatamente lo mismo y gritó con voz más recia aún: «¡Viva Entralgo

Liquidaremos, señor Robert, ¡pues no faltaba más! ¡Valiente susto me ha dado usted! Liquidaremos, y entonces se sabrá quién es el culpable de que la casa se haya fundido. ¿Sabe usted una cosa? ¡Lo estaba deseando, pues los hombres honrados me revientan! Se caló el sombrero de lado y salió del escritorio, echando chispas.

En el otro extremo, en la barquilla opuesta, que se había enganchado en un puntal de una pared, restos del andamiaje de una obra reciente, ostentaba los llamativos colores de su falda y su exuberante persona Obdulia Fandiño agarrada a la nave como un náufrago del aire, muy de veras asustada, y coqueta y aparatosa en medio del susto y de lo que ella creía peligro.

¡Dios mío, qué pronto se ha concluido el mundo para !... ¡Quién había de pensar hace un instante que no os volvería a ver más! Decidme, mamá, Carlota, Mario, ¿he sido tan mala que merezca este horrible castigo? Calla, calla, Presentación decía suavemente su hermana. Es más el susto que el daño. Dentro de ocho días no tienes nada.

Ojalá olviden, ahí, lejos de nosotros, la pasión que mi hermano y yo les hemos inspirado. Quiera el cielo que, ya que no se tengan un amor muy fervoroso, lo cual no es posible cuando se ha amado con fogosidad a otras personas, se cobren mutuamente aquel manso y tibio afecto, que es el que más dura y el que mejor conviene a las personas casadas. A , entretanto, todavía no me ha pasado el susto.

«¡Si aquel loco se habría propasado!... Era absurdo». Petra, después de observar la expresión de susto que se pintó en el rostro del ama, añadió: De parte del señor Magistral debe de ser, porque lo ha traído Teresina la doncella de doña Paula. Ana afirmó con la cabeza mientras leía. Petra salió sin ruido, como una gata. Sonreía a sus pensamientos.