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El acetato de cobre se ha manifestado sobre todo útil á consecuencia de accidentes convulsivos en algunas afecciones mentales caracterizadas por la tristeza, el miedo ó susto y una exageracion hipocondríaca.

He vacilado mucho, muchísimo, antes de darte el susto que te he dado y hacerte pasar por una prueba bien triste... Hubiera querido, aun a costa del sacrificio más grande, ahorrártela.

¿Qué criatura mortal podía aparecer a aquellas horas y en tan apartado sitio? El bandido, no obstante, se recobró del susto y acudió a la defensa. Echó mano del trabuco, que tenía en un rincón de la estancia, y fue al cuarto contiguo, donde había caído la puerta y estaba la entrada.

Yo dije al conserje: eso que se ve en esa piedra, es la estátua de la malicia; la malicia es el talento de la ignorancia, y Voltaire, el jefe de la Enciclopedia, el primer revolucionario de su siglo, el Robespierre literario del mundo, la admiracion y el susto de la historia, Voltaire, señor conserje, es algo más que un ignorante. El conserje hizo un gesto agridulce.

Ya reconocerá que su mujer no ha de estar siempre metida en casa. Cuando se casó con una criatura como , se haría cargo de todo esto. No le cogerá de susto. ..., es verdad... dijo doña Beatriz ; pero Braulio tiene razones poderosas. ¿Por qué he de avergonzarme de decírtelas? Somos pobres... ¿Cómo gastar en trajes?... ¿Y para qué esos trajes?

Para determinar con exactitud los casos de susto y de cólera propios de acónito, es necesario recordar que el espíritu debe reaccionar por un sentimiento afectivo cualquiera, porque la pasibilidad relegaria estos casos á las atribuciones de otros medicamentos.

A clase de Geografía y de Historia de España les gustaba ir; pero en las de Latín y Religión no les echaban la vista encima sino en días de lluvia, cuando no sabían dónde llevar el cuerpo. En Abril y Mayo apretaban, y a primeros de Junio volvían a casa examinados, ovantes, con buena nota y con el susto fuera del cuerpo.

La condesa, que se estrechaba, muerta de susto y vergüenza, contra su amante, le encontró desconocido. Huye, huye, por Dios, Pedro dijo Laura con voz temblorosa. , pero conmigo. Yo no puedo huir... Tengo hijos... Además, te serviría de estorbo... ¿Y si pone la mano sobre ti?

Naturalmente que en el valor y fuerza de su marido habría encontrado siempre una protección contra las agresiones y los ultrajes de todo género. ¡Eso había que decirlo bien claro! Cuando Ingomar estaba con ella, no temía nada; pero era muy nerviosa, y un día le dieron un susto regular. ¿Cómo? Era en los primeros tiempos de su estancia en California.

Suele haber tumultos..., ¡la gente anda tan excitada!... ¡Qué susto me llevé la otra tarde en el barrio de San Lorenzo!..., y como a causa de la gota no puedo correr... Y como en la calle no se encuentran camas para esconderse debajo de ellas... Vamos, vamos, Marqués, y leeremos a los amigos estas estupendas novedades.