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A la tía María, a la infatigable enfermera del ilustre huésped, a la diestra fabricante de caldos sustanciosos, señaló el duque una pensión vitalicia. En cuanto al pobre fray Gabriel, se quedó sin nada. Hacía tan poco ruido en el mundo, y se había ocultado tanto a los ojos del duque, que este no le había echado de ver.

La noche antes daba vueltas en el lecho, inquieto y desvelado, viendo desfilar en su memoria los treinta y tres años de su vida cargados de placeres, de aventuras, azares sin mañana, flores sin raíces, gozos sin recuerdo, locuras sin felicidad que le causaban entonces en el ánimo la impresión de repugnancia que causa al estómago ahíto e indigestado el recuerdo de manjares sustanciosos.

La muchacha, que se había despabilado con el ruido que había hecho su padre, lanzó una mirada díscola a Stein, diciendo con voz áspera: ¿Quién me gobierna a ? No me dieran a más trabajo que ese y una vara de acebuche murmuró Momo. Es preciso prosiguió Stein alimentarla bien, y que tome caldos sustanciosos. La tía María hizo un gesto expresivo de aprobación.

Butrón bufaba, Pulido gemía, Jacobo echaba ajos, y entre peroratas enérgicas, amargos reproches, violentas reclamaciones y planes de campaña propuestos para derrocar aquel Gobierno que les había estafado, pasáronse algunos días, hasta que desembarazado algún tanto el ministerio-regencia con la llegada del joven monarca, pudo al fin dar vuelta a la llave de la despensa, y enarbolando la rama de sustanciosos dátiles, que ha venido a sustituir a la de olivo, antiguo símbolo de la paz, comenzó a distribuir puestos, honores y destinos entre sus diversos paniaguados, tocándole a Butrón una plenipotenciaría de primer orden.

Si el calor del verano o los excesos amorosos le debilitaban, aquella mujer incomparable le preparaba caldos sustanciosos, asados nutritivos y sabrosos postres. Si, por el contrario, sabía que su amo gozaba de perfecta salud y traía conquista entre manos, guisaba para él, con abundancia de vinos generosos, especias y estimulantes que contribuyesen a su vigor, a su alegría y a sus triunfos.

La tía María, sin haber leído a Brown, estaba por los caldos sustanciosos y los confortantes tónicos, porque decía que estaba muy débil y muy extenuado. Fray Gabriel, sin haber oído el nombre de Broussais, quería refrescos y temperantes, porque, en su opinión, había fiebre cerebral, la sangre estaba inflamada y la piel ardía.