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Son rimas nuevas algunos cantos de Darío y en ciertas arias de Jiménez, que sedujeron a América, toda la Sevilla becqueriana está con sus divinos suspirantes y la guitarra de luto. En tales libros han aprendido a amar y a delirar nuestras mujeres. Por ellos son abnegadas víctimas del cruel amor e incomparables amantes. Son Elviras y no han cesado de ser Julietas.

Un ambiente cálido de la zona tropical saturaba el aire, y de vez en cuando oíase salir un murmullo de colmena, que a veces se elevaba como para dominar los ecos bulliciosos de la orquesta. En uno de estos grupos, bajo del tercer palmero, a la derecha, hallábase Juana de Maurescamp escuchando distraída a tres o cuatro suspirantes de distintas edades.

La marquesa acogió esta vaga aceptación con un regocijo infantil. ¡Qué felicidad! Me visitará usted todos los días, me acompañará en mis paseos á caballo, y ya no me veré seguida por esos suspirantes pegajosos que me molestan continuamente. Mostróse sorprendido Ricardo por la alegría de la Torrebianca.

Durante algunos días estos temores pusieron en la vida, siempre melancólica, de aquella mansión, un sello de tristeza y de inquietud profundas. Todas las voces se hicieron quedas y suspirantes alrededor del amo, que, sumido como nunca en sus cavilaciones y añoranzas, cayó en un abatimiento alarmante.

Siguió el paso gracioso de las tapadas de negro manto, que le hicieron recordar á su tío el médico. En las noches de remolienda apartaba su vista muchas veces de los beldades morenas y jóvenes que danzaban la zamacueca en medio del salón. Le interesaban las matronas envueltas en velos de luto que hacían sonar el piano y el arpa, acompañando la danza con cánticos suspirantes.

La vieja, y el bufón, hablando quedo y suspirantes, bajan a franquear la puerta al marinero. En la antesala el viento se retuerce ululante y soturno. Las vidrieras, tan pronto se cierran estrelladas sobre el alféizar, como se abren de golpe, trágicas y violentas. El marinero llega acompañado de los criados y se detiene en la puerta, sin aventurarse a dar un paso por la estancia oscura.

Recordaba satisfecho los suspirantes agradecimientos de la norteamericana, sus balbucientes elogios a la incansable vehemencia de una raza que, en ciertos extremos, consideraba muy superior a la suya, metódica y prudente; la humildad con que al amanecer había pedido misericordia, vencida por la fatiga y el sueño.