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Ante esta pregunta extravagante quedan las cuatro estupefactas y suspensas. Una de ellas se atrevió al fin a apuntar tímidamente: Ha venido él solo. ¡Bah, bah, bah! exclamó rudamente el mayordomo.

Las demás guardas quedaron atónitas y suspensas del no esperado acontecimiento; pero, volviendo sobre , pusieron mano a sus espadas los de a caballo, y los de a pie a sus dardos, y arremetieron a don Quijote, que con mucho sosiego los aguardaba; y, sin duda, lo pasara mal si los galeotes, viendo la ocasión que se les ofrecía de alcanzar libertad, no la procuraran, procurando romper la cadena donde venían ensartados.

Andando a tientas por la oscuridad de la sala, abrió los postigos de la ventana; la luna puso en la alfombra dos cuadrados de luz. Algunos objetos emergieron, indecisos, y las caras de los retratos parecían manchas lívidas, suspensas en medio del marco dorado. Tenía todo algo de fantástico; se infundía en ella un ansia de cosas irreales. Se sentó en el radio de la claridad lunar.

Las había imaginado así, suspensas en una inmaterialidad donde la vida palpitaba tan sólo como débil vestigio, y les había supuesto asimismo en la cara una dulzura plácida y en el alma la serenidad que tenía el dolor de la Virgen. Pero pronto se decepcionó.

Pepe, poseído de una tristeza rayana en la desesperación, carecía de calma para coordinar las ideas: esforzábase por adivinar lo que hubiera ocurrido; pero sus suposiciones y conjeturas quedaban suspensas, como truncadas por la inacción del pensamiento, que no podía fijarse ni insistir en nada.

En la parte de Oriente, la planicie lívida y polvorienta se extiende hasta un grupo obscuro de colonias donde blanquea el ámplio edificio de una Misión católica; y más allá, hacia el extremo Norte, se elevan las eternas montañas de la Mongolia, suspensas en el aire como nubes.

Apenas entendía aquellas frases precipitadas y llenas de emoción. Resonaban extrañamente en sus oídos y le aterraba en ellas un sentido oculto, impenetrable. Al mismo tiempo atendía a la expresión y a la actitud de Adriana. Y Lucía y Charito también la contemplaban suspensas. No quedaba en su cara vestigio de la antigua gracia inquietante.

Los marineros que salían de madrugada a la pesca, al poner el pie en el muelle veían muchas veces un gran pedazo de cielo azul sobre las casas lejanas del Moral, que se iba extendiendo lentamente hacia los cuatro puntos cardinales, dejando suspensas sobre el horizonte algunas levísimas rayas de niebla de color violeta semejando grandes cejas.

Todos los mozos usaban el «lástico» encarnado, y verde todos los viejos, y todas las mujeres llevaban la «manta» o chal de parecido color y cruzado de igual modo sobre el pecho y los riñones; en todas y en todos abundaban el tipo rubio y la línea curva, no sin gracia, con tendencia al cuadrado hacia los hombros; todos y todas andaban, hablaban y se movían con la misma parsimonia, y en todas las caras, viejas y juveniles, se notaba la misma expresión de bondad con cierto matiz de sobresalto, como si la continua visión de las grandes moles a cuya sombra viven aquellas gentes, las tuviera amedrentadas y suspensas.