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Tal vez estaba herido ó prisionero. Este era el gran obstáculo que se oponía á su viaje, lo que la tenía inmovilizada en Europa, por esa superstición que nos hace creer que permaneciendo cerca podemos conjurar mejor el peligro. ¡Y parecía muy enamorada!... Aquí el príncipe hizo mentalmente una serie de exclamaciones.

La mentalidad lógica no se puede desenvolver cuando se fomenta y cultiva el absurdo, principalmente cuando se le presenta cubierto con el falso barniz de religión, cuando se funda en la superstición de un carácter totalmente pueril y simple.

Cada día aumentaba en don Álvaro la superstición del confesonario, cada día creía más poderosa la influencia del cura sobre la mujer que le cuenta sus culpas.

La conoció, la adivinó antes. «¡Es tuya! le gritó el demonio de la seducción ; te adora, te espera». Pero no pudo hablar, no pudo detenerse. Tuvo miedo a su víctima. La superstición vetustense respecto de la virtud de Ana la sintió él en ; aquella virtud como el Cid, ahuyentaba al enemigo después de muerta acaso; él huir; ¡lo que nunca había hecho! Tenía miedo... ¡la primera vez!

Creemos que Ingenieros ha contestado esa inculpación de una manera definitiva: "Nada hay en efecto dice más falso que la pretendida identidad de la superstición con el idealismo, no hay nada más torpe que sugerir al vulgo que todos los moralistas laicos son "materialistas" y carecen de ideales", y luego agrega: "Nada hay moralmente más materialista que las prácticas externas de todos los cultos conocidos y el aforo escrupuloso con que establecen sus tarifas para interceder ante la divinidad; nada más idealista que practicar la virtud y predicar la verdad como hicieron los más de los filósofos que murieron en la hoguera acusados de herejía.

Tal era el concepto que de la pintura tenían los escritores sagrados y los tratadistas especiales. Estas doctrinas arraigaron con tal fuerza que un siglo más tarde todavía se revelan en rasgos de superstición y fanatismo.

Pintó luego una obra que se ha perdido: la Expulsión de los moriscos. La intolerancia popular, la adulación de los cronistas y la propia superstición, harían creer a Felipe IV que aquel acto impolítico y cruel era lo que más honraba la memoria de su padre, y quiso eternizarlo. Miradas las cosas con imparcialidad, es disculpable que el Rey pensase así.

Es una superstición ridícula, , absurda, pero trágica, peligrosa, porque ofrece a los malvados, a los criminales, a los ignorantes, los medios de triunfar en la vida, de salirse con la suya, de conseguir lo que quieren dándoles los medios de evitar el castigo, burlando en la tierra la justicia de los hombres, y consiguiendo de Dios el perdón de la condenación eterna, por el sencillo medio de la invocación de un nombre de santo, o de una palabra latina que, como un sésamo ábrete, franquea al devoto las puertas del cielo.

Religiosa por superstición, devota por fe heredada, hipócrita por el qué dirán, e intransigente por decoro, adoraba la misa en que estrenaba un traje, la Semana Santa en que, tan guapa como el año anterior, pedía para los pobres, o la novena que autorizaba una cita.

Esta obra tiene igual valor, ya se la considere como la expresión del espíritu de tiempos pasados, ó por su mérito poético. La idea imaginaria, que le sirve de fundamento, se desenvuelve en rasgos grandiosos; pero el sentimiento religioso del poeta, en otros dramas suyos tan pura y genuinamente cristiano, aparece en éste extraviado singularmente por la superstición y el fanatismo.