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Le hacía daño la serenidad forzada de Alicia, su manera de fumar mientras contemplaba con ojos felinos la marcha del juego. Iba á cambiarse la suerte de un momento á otro: esta ganancia continua é insolente no podía seguir.

Inmediatamente cerró Luisa la ventana, y dijo suspirando, como suspira una mujer impaciente y enamorada: Si á las tres no ha vuelto Francisco, no vuelve de seguro hasta mañana; tienen tiempo de avisarle y vendrá: ¡oh! ¡qué suerte tan infeliz la mía!

El frente de batalla era inmenso: ¿quién podía adivinar el final?... Allí se retiraban y en otros puntos los compañeros estarían avanzando con un movimiento decisivo. Hasta el último instante ningún soldado conoce la suerte de las batallas. Lo que les dolía á todos era verse cada vez más lejos de París. Don Marcelo vió brillar un redondel de vidrio.

El infeliz no tan sólo no supo colocarse a la altura de su inmerecida suerte, sino que se hallaba como asustado de tanta fortuna, confesándose indigno de ella, y evitando las distinciones de que era objeto por parte de Antoñita, con un gesto que imploraba la clemencia de sus dos rivales, quienes por su parte aparentaban, no enterarse de nada, mostrando por sistema una indiferencia glacial.

Entonces, Dios mío, ¿qué va a ser de nosotras? Las jóvenes que no tienen carácter, están expuestas a ser desgraciadas no casándose... Las que lo tienen, están amenazadas de sufrir casándose... ¡Qué dilema, señor cura! dijo el cura pensativo; es cierto que ahí está el escollo. El matrimonio sufre la suerte común a las cosas de la tierra; está atravesando una crisis...

Menudeóse sobre dos jarros, y era de suerte lo que hicieron el corchete y el de las ánimas, que se pusieron las suyas tales, que trayendo un plato de salchichas que parecía de dedos de negro, dijo uno: ¡Qué mulata está la olla!

Sin embargo, he murmurado, he estado descontento porque me faltaba otro bien, como si lo mereciera. Jamás faltasteis a vuestro deber para conmigo, Godfrey dijo Nancy con una sinceridad tranquila . Mi sola pena desaparecerá si os resignáis a la suerte que os ha tocado.

Asentía á todo cuanto se le dijese, cerrando los ojos, bajando la cabeza y diciendo en tono melífluo: «¡PerfectamenteTenía el Sr. Velasco de la Cueva infinitos modos de pronunciar este perfectamente, alargando, contrayendo, reforzando ó suavizando las sílabas, de tal suerte que se ajustaba al tono y significado de las palabras del interlocutor.

No llores ¡virgen mía! si el destino de negras gasas recubrió tu suerte; no llores, que mi amor hasta la muerte luchando seguirá por tu camino. Bien comprendo la cruel melancolía que en tu alma dolorida se atesora, las penas que tu sufres cada día, y las nostalgias que tu pecho llora.

Resuelto a no moverme porque tuviera que hacerlo toda la suerte, incliné la frente cargada como el cielo de nubes frías, apoyé los codos en mi mesa, y parecí tal, que cualquiera me hubiese reconocido por escritor público en tiempo de libertad de imprenta, o me hubiese tenido por miliciano nacional citado para un ejercicio.