United States or Heard Island and McDonald Islands ? Vote for the TOP Country of the Week !


Ocho años de servicios al país; de vivir en una mediana casa de huéspedes, teniendo allá abajo su aparatoso caserón adornado con una suntuosidad que había costado una fortuna a su madre y a su suegro.

Y el pobre Bonis, que a ratos andaba loco por casa, por calles y paseos solitarios, buscó la Leyenda de oro en la librería de su suegro, y vio que, en efecto, había habido muchos santos cortos de alcances, y no por eso menos visitados por la gracia. , eso era; se podía ser un santo sencillo, hasta un santo simple....

Sus escopetas las encargaba el suegro a los corresponsales de Inglaterra; en la cuadra tenía cada año un caballo nuevo, encargándose el mismo don Matías de comprar lo mejor que se encontraba en las ferias de Andalucía.

Oyendo lo cual, otra de las dos dijo: -Mas, ¡jo, que te estrego, burra de mi suegro! ¡Mirad con qué se vienen los señoritos ahora a hacer burla de las aldeanas, como si aquí no supiésemos echar pullas como ellos! Vayan su camino, e déjenmos hacer el nueso, y serles ha sano.

De pronto suena la campanilla, entra un señor y pasa a la sala... Es el papá de la novia de Miquis, que viene a consultarle un punto de Higiene. Augusto deja a Isidora en su despacho, y tiene que resistir durante una hora la embestida de su suegro, el cual le habla de Sanidad y de la fundación de la Penitenciaría para jóvenes delincuentes. Cuando su suegro se marcha, Miquis vuelve al despacho.

Esta tambien perdió después su precedencia y autoridad, cuando el mismo Alejos, por quedar sin hijo varon, casó su hija primogénita Irene, con Alejos Paleólogo, dándole título de Déspota, que es lo mismo que llamarle á uno señor, y fuera sin duda Emperador si no muriera antes que su suegro; de suerte que la dignidad de César en aquel Imperio es la tercera, por ser la primera la de Déspota, y la segunda la de Sebastocrator.

La faz de Sarrió cambiará radicalmente, ¿sabes? El ademán misterioso, el tono grave y conmovido de la voz, la esperanza del triunfo que fulguraba en sus ojos al decir esto, ya sorprendió más que medianamente a Gonzalo. No se atrevió, sin embargo, a pedir explicaciones. Su futuro suegro le dejó marchar dirigiéndole una mirada risueña y abstraída.

¿Por qué no dices a tu suegro dos palabritas acerca de mi pleito? Va a declarar como testigo. Además es el notario de la casa de Aransis. ¡Culebra! Quieres corromper al ave fénix de los notarios. No, no. Es justicia. Yo le pido que no se deje corromper por los de Aransis. Con eso me basta. No conoces a mi presunto suegro.

Habiendo llegado a un acuerdo tan perfecto, se separaron llenos de alegría, como es natural. Don Rosendo se quedó en el despacho poniendo en limpio su carta. Gonzalo se fué de nuevo a la sala de costura. No obstante, antes que franquease la puerta, llamóle su futuro suegro para decirle: De esto, ni una palabra a nadie, ¿eh?

Sentado en un rincón al lado de su suegro, departía con él amigablemente sobre asuntos serios, remojando á menudo las fauces con sendas cañas de manzanilla. Ni la misma Pepa con sus ruegos logró moverle de la silla. Entonces el señor Rafael, enojado de aquella falta de galantería, se levantó exclamando: Ea, chiquilla, deja á ese gallego y humíllate á dar cuatro pataditas con este pobre viejo.