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Así suponiendo un observador en A, punto de la tierra, su oriente será el punto B, y su occidente el punto C. Si la tierra gira sobre su eje, el oriente y occidente del observador corresponderán sucesivamente á los m, n, p, q, etc., en el confin que imaginamos como la bóveda celeste. Luego, aun suponiendo esta bóveda fija, el oriente y el occidente no significan nada fijo.

Pero esta marcha es tanto mas oculta, y dificulta tanto mas conocer la causa del mal, cuanto mas se generaliza este por una propagacion creciente, y á medida que, partiendo de un órgano ó aparato orgánico determinado, penetra sucesivamente en todos, y concluye por fijarse, confundiéndose con los hábitos funcionales y vitales, con sus propiedades convertidas en menos refractarias ó vivas, pero no por eso menos perniciosas.

La imaginacion es una especie de vista interior, se extiende hasta cierto punto; pero allí encuentra un término. Puede, es verdad, retirar este término, y dilatarse mas allá, pero sucesivamente, y siempre con la condicion de encontrar otro.

Al principio lo hacían en las calles, pero después destinaron á este objeto el hôtel de la Trinité, y sucesivamente el hôtel de Flandre y el de Bourgogne. Veíanse á la puerta del teatro las armas de los hermanos, que consistían en un escudo de piedra con la cruz y los signos de la Pasión.

Esta vez no fué D.ª María la que se estremeció de sorpresa e indignación: fué la marquesa de Leiva, quien mudando el color y con absortos ojos miró sucesivamente a su prima, a su primo y al ayo. Pero ¿qué está diciendo el niño? preguntó éste mirando a la Condesa . ¿Quién dice que es su maestro y su amigo?

El niño lanzó un grito de alegría, enlazó con un abrazo el cuello de su padre y con el otro el de su madre, acercando sus cabezas y cubriéndolas sucesivamente de besos. En aquel instante se abrió la puerta y dio entrada al marqués de Elda. Papá marqués gritó su nieto , mañana nos vamos todos. ¿De veras? preguntó el marqués a su hija.

La pintura, que habia adulado sucesivamente al guerrero, al monarca, al noble, al fraile: la pintura, que durante el trascurso de tantos siglos, habia sido sierva y mendiga, en los pabellones de campaña, en el palacio, en el castillo, en la iglesia, en el claustro, levanta un dia la frente empolvada, mira en torno suyo, comprende la verdad, la escribe en un lienzo, y viene á ser el culto de una nueva razon, de una razon cristiana; viene á ser la voz que abandona el desierto y que clama en el mundo, una imprenta semejante á la de Guttemberg, el espíritu práctico y real de los modernos.

Salieron luego sucesivamente algunas beatas de Peñascosa que declararon en términos vagos que habían observado cierta intimidad desusada entre Obdulia y su confesor, aunque nunca habían pensado mal de ella. También depuso el P. Narciso. Fue una declaración modelo de hipocresía y maldad.

Doña Hermenegilda, que así se llamaba la dueña, era viuda de un guarda-montes de la Borunda y había tenido siete hijos, de los cuales, a excepción del más pequeño, que emigró a las Américas, no quedaba ninguno por haberlos absorbido todos sucesivamente las distintas guerras de la Península, desde la famosa de la Independencia hasta la de los agraviados en Cataluña.

Pero el citado Diaz de Rivas con muy sólidos argumentos induce á creer que la resistencia del caudillo godo con su gente tuviese lugar en la iglesia del convento de Sta. Clara, que en tiempos antiguos llevó sucesivamente los nombres de S. Jorge y Sta. Catalina.