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Dígaseme si Juno no estaba bien industriada en todo ello, cuando para encender en deseos frenéticos el corazón de Júpiter, se puso el cinturón de Venus y subió a la cumbre del Gárgaro. Onfale hizo hilar a Hércules; Dalila cortó a Sansón los cabellos y Elena suscitó una guerra espantosa que duró diez años.

Clara vaciló un instante, pero al cabo dijo alzando los hombros: Está bien; pásalo al salón. Y entregando su hijo a la niñera fuese a ver quién era el visitante. Cuando puso el pie en el salón una ola de rubor subió a sus mejillas. En medio de él, grande, colosal, más colosal aún que antes, se hallaba el marquesito del Lago. Este se puso también fuertemente colorado al verla.

Cuando el grumete no vio nada más, se frotó los ojos, miró aún otra vez y bajó para contar lo que había presenciado, causando gran extrañeza, pero le dejaron con la palabra en la boca, con la promesa de que le dejarían acabar otra vez su relación, y el encargado del cuarto de babor, subió al puente por orden del capitán.

Pues bien, al escuchar las palabras de Suárez, el gallego me hizo ver inmediatamente el aspecto práctico del asunto, que el poeta tenía olvidado de un modo lamentable. ¡Dos millones! Las gracias de la hermana, ya muy grandes, crecieron desmesuradamente con aquella repentina aureola de que la vi circundada. El gozo se me subió a la cabeza, y no tuve la precaución de disimularlo.

Kernok subió con agilidad por la banda del brick y saltó sobre el puente. El contramaestre quedó impresionado de su palidez y de la alteración de sus facciones. Su cabeza desnuda, las ropas en desorden, la vaina sin puñal que pendía a su cintura, todo anunciaba un acontecimiento extraordinario.

Glacial sensación corrió por las venas del viajero, que subió el cuello de su americana y llegó los pies instintivamente al calorífero, tibio aún, en cuyo seno de metal danzaba el agua, produciendo un sonido análogo al que se oye en la cala de los buques.

2 y he aquí un varón llamado Zaqueo, el cual era el principal de los publicanos, y era rico; 3 Y procuraba ver quién era Jesús; mas no podía a causa de la multitud, porque era pequeño de estatura. 4 Y corriendo delante, se subió a un árbol sicómoro para verle; porque había de pasar por allí.

Los Estados Unidos tuvieron un hombre-globo que subió cuanto pudo, y manejando diestramente su válvula, descendió como y cuando le plugo; de Francia hicieron mil su ascensión, que están todavía en altura, haciendo la admiración de los espectadores; la Suecia mira uno en su pináculo todavía; y si el mayor de todos fue a parar hasta Santa Elena, es preciso confesar que hay descensos gloriosos, como retiradas honrosas.

Dicen que es un bruto; pero lo cierto es que hace ruido y nos sirve bien, pues me cuesta un ojo de la cara cada párrafo de aquéllos que sublevan la multitud y ponen al pueblo encendido... ¡Y hay otros tan reacios, don Elías...! Anteanoche subió á la tribuna uno que suele venir ahí con el barbero Calleja: ¡qué voz de becerro tenía!

Oyó rugidos de agonía, gritos, carreras precipitadas en el techo. Tal vez el obús, con su furia ciega, había despedazado á muchos de los moribundos que ocupaban los salones. Temió quedar enterrado en su refugio, y subió á saltos la escalera de los subterráneos. Al pasar por el piso bajo vió el cielo á través de los techos rotos.