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¿La mano del padre Cifuentes?... ¡Pobre padre Cifuentes!... La descubrirás , sin duda, desde aquella montaña de Tai-Sam a que subiste hace poco... Yo, como vivo en terreno llano, no la descubro. Jacobo, golpeando con ambos guantes la tapa de la mesa, guardaba silencio. La marquesa le preguntó al cabo, sin perder su serena calma: ¿Conque decididamente no firmas? No firmo replicó Jacobo con ira.

5 que os enfervorizáis con los ídolos debajo de todo árbol umbroso, que sacrificáis los hijos en los valles, debajo de los peñascos? 7 Sobre el monte alto y empinado pusiste tu cama; allí también subiste a hacer sacrificio. 9 Y fuiste al rey con ungüento, y multiplicaste tus perfumes, y enviaste tus embajadores lejos, y te abatiste hasta lo profundo.

Había seguido el procedimiento de costumbre, haciéndose anunciar por Leocadia; pero esta vez la señora no había querido recibirla. ¿Pero supo preguntó Ramiro que yo te mandaba? La muchacha respondió con una sonrisa. ¿Subiste a sus cuartos? ¿Os vio?

Verdad, verdad santa, pobre diosa destinada á sufrir y llorar por todos nosotros; destinada á sacrificarse por todos los hombres, y á recibir en cambio la burla y el insulto de los mismos que redimes con tus dolores; que has sido quemada en tantas hogueras; , que con la cabellera tendida por la espalda, vestida de luto y con los ojos húmedos y encendidos, subiste tantas veces la escalera infame de tantos cadalsos; , envenenada en Sócrates; crucificada en Jesucristo; ajusticiada en la doncella de Orleans; cargada de hierros en Colon; muerta de miseria en Cervantes; pobre diosa, vive y llora, llora y triunfa, porque triunfas aún cuando lloras!

Del lugar do me pusiste, Me procuran derribar: Pero quién podrá acabar Lo que una vez, , subiste? Ya viene Zara y su arenga. Ay enfadosa porfia! Como que me falte el dia Antes que la noche venga! Valedme, Silvia, bien mio, Que si vos me dais ayuda, De guerra mas ardua y cruda Llevar la palma confio. Aurelio? Señora mia?

Santa amistad, que con ligeras alas, tu apariencia quedándose en el suelo, entre benditas almas, en el cielo, subiste alegre a las impíreas salas, desde allá, cuando quieres, nos señalas la justa paz cubierta con un velo, por quien a veces se trasluce el celo de buenas obras que, a la fin, son malas.