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Ya vendrá a su tiempo, y en abundancia la dijo Leto , porque el día está que ni de encargo para esas cosas... si usted no se arrepiente. ¿Me cree usted capaz de arrepentirme le preguntó ella mirándole fijamente y con expresión de asombro , después de desearlo tanto? Como nunca se ha visto usted en ello... replicó Leto, pesaroso de haber apuntado la sospecha.

Medio en serio, medio en broma, se declaró a Emma mientras daban vueltas por el salón; y ella, muerta de risa, muy contenta, nada escandalizada, le llamaba loco, y se dejaba apretar, como si no lo sintiera, como si su honra estuviese por encima de toda sospecha y no debiera parar mientes en aquellos estrujones fortuitos.

Por medio de una querella, de una riña, de una explicación, cuenta con arrojar la cizaña entre vosotros, apoderarse de Herminia y ... ¿quién sabe? ¡acaso separaros para siempre! ¿Es serio lo que usted habla? ¿Sospecha usted de la señorita Guichard? Y , ¿sospechas de tu mujer? replicó con energía Roussel.

Esto último no pudo permanecer oculto a don José; pero respecto a la sospecha de ser Tirso agente subalterno de los carlistas, nada quiso decir Pepe a su padre, convencido del disgusto que había de experimentar.

Sin embargo, tan ingeniosamente arreglaron los señores Dawson y Blair las diferentes vías por las cuales colocaban las alhajas en el mercado universal, que nadie abrigó jamás la menor sospecha. Pero todo esto, hablando con honradez, pertenece a la Iglesia de Roma observó Reginaldo.

Y antes de que otra sospecha se esclareciera en su espíritu completamente, fue a la habitación de Laura. La halló despierta, muy tranquila en apariencia; le acarició con ternura las manos y las mejillas, y sentándose a la cabecera de la cama, ya no quiso volver al comedor en el resto de la velada. Experimentó por ella un sentimiento nuevo, mezcla de afecto profundo y lástima indecible.

Ya vencía la convicción, y echaba bravatas de pueril orgullo; ya, por el contrario, triunfaba la sospecha, proclamando con gemidos de amargura la derrota de sus vanas grandezas.

Desde aquello que hubo con José Luis, no, puedes estar segura. ¡Tengo una indiferencia! Adriana con ardiente alegría acarició a Laura, contemplándola. ¡Ah, qué alivio! ¿Sabes lo que se me había ocurrido, la sospecha que había empezado a atormentarme? No, Adriana, no puedo imaginarlo. ¿Ni siquiera imaginarlo? ¡Oh! ¡cómo he podido crearme un motivo de tormento que no existe!

Se inclinaba a la propaganda moral, a la preparación de las conciencias; pero, naturaleza ardiente y viril, no había vacilado en descender hasta la acción si le hubiese sido necesaria. Y aunque de sus relaciones con el Príncipe nada se dijera de preciso, la sospecha de que fuera su querida se confirmaba.

Raúl balbucía y se contradecía mil veces, fingiendo una cortedad que era un homenaje a la virtud de la huérfana, que no podía menos de agradecérselo. Así, cuando el joven se despidió deshaciéndose todavía en excusas, Liette pensó sin la menor sospecha: ¡Pobre muchacho! Bonitas comisiones le encarga su tío...