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Gonzalo, que era un grandullón de trece años, viendo aquella fea tosquedad, acudió en su auxilio, y puntapié va, trompada viene, soplamocos a uno y puñada a otro, en un instante puso en dispersión a los tres o cuatro descorteses mozuelos. Los ojos de las diminutas bailarinas le contemplaron con admiración.

Más de una vez se temió que las discusiones degenerasen en disputas, las disputas en peleas, las peleas en batallas... Algunos bofetones y botellazos volaron en la estación ferroviaria y en el Club Social... También hubo sus trifulcas en la escuela. Los pisos, los bancos, los mapas, los pizarrones, todo quedó para siempre salpicado de sangre arrancada de las narices a feroces soplamocos.

¿Sabes lo que te digo? pues que a otros de más hígados que los he tendido yo de un soplamocos.

Acariciólos Primitivo con su enjuta mano, pues era sumamente afectuoso para los perros; y al nieto, que en pos de los perros venía, le dio una especie de festivo soplamocos. Quiso Julián besar al niño, pero éste se puso en polvorosa antes de que pudiese lograrlo; y el capellán experimentó otra vez compasivos remordimientos, causados por la vista de la ya repudiada criatura.

Tío Jeromo, que en la socarreña, detrás de la casa, encambaba un rodal, acude á los gritos, y creyendo una patraña lo del robo de la nata, presume que su hijo se la ha chupado, y le arrima candela entre las nalgas y un par de soplamocos que hacen al chicuelo sorberse los propios.

Le escuchaban como un oráculo, y si alguna vez en el calor de la improvisación les largaba un soplamocos, blasfemaban un poco por dignidad y volvían en seguida a las buenas.

A guisa, pues, de protesta contra tal paternidad escribo esta tradición, en la que, por lo menos, sabré guardar respetos a los fueros de la historia y la sombra de Rodil no tendrá derecho para querellarse de calumnia y dar de soplamocos a la mía cuando ambas se den un tropezón en el valle de Josafat.

Siete años contaría, cuando su madre, conociendo por la chispa de que ya se hizo mención y por otras proezas análogas, que era apto para las fatigas del mundo, comenzó á darle los tres mendrugos diarios de pan envueltos en soplamocos y puntapiés.