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De pronto se acordó de una cosa importantísima, y corrió a dar discretos golpecitos en la puerta de Jacobo; este, con su truhanesca sonrisa estereotipada sobre los labios, ocupábase en aquel momento en esconder en el último rincón de la maleta la babucha compañera de la regalada al tío Frasquito.

Tanto gusto de contarlo a usted en el número de mis amigos dijo aquélla con su más amable sonrisa , y muy orgullosa de que mi retrato sea hecho por mano tan experta... y por cierto que no es un estímulo retratar a una mujer de mis años. ¡Señora!

No hablar del asunto. ¿Preguntan por qué se fué el meritorio? Pues no hay más que hacer un gesto intencionado, fingir una sonrisa despreciativa, discretamente maliciosa, que lo diga todo. ¡Mentira y calumnia! La madre y las hermanas del pobre meritorio trabajaban para vestir al muchacho. ¡Cómo había de ir al establecimiento hecho un pordiosero!

Mas apenas los divisó ésta, corrió a refugiarse en su cuarto, que cerró con un violento portazo. D.ª Carolina dirigió una sonrisa dulce al violinista, en cuyos ojos se pintaba el espanto. Presentación, abre dijo aquélla llamando con los nudillos a la puerta. Timoteo necesita hablar contigo dos palabras. Nada tiene que hablar Timoteo conmigo respondieron de adentro.

De improviso, el señor Aubry pareció salir de su sopor, paseó a su alrededor una mirada vaga, y una tenue sonrisa entreabrió sus labios secos.

Era la misma fisonomía, la misma actitud, la misma mirada, la misma sonrisa. ¿Era posible que existiera tal semejanza, no ya tan sólo física, sino moral? Aquella prueba afirmó mi creencia más de lo que yo deseaba y una turbación extraordinaria se apoderó de . Me incliné hacia el banquero y le pregunté: ¿Conoce usted á esta Jenny Hawkins? Ciertamente.

Si es todo un caballero formal declaró la señorita dándole un beso en su cara sucia que aún olía a la endiablada pintura . ¿Cómo estás hoy tan serio y ayer te reías tanto y me enseñabas tu lengüecita? Estas palabras rompieron el sello a la seriedad de Juanín, porque lo mismo fue oírlas que desplegar su boca en una sonrisa angelical.

Yo venía con intención de hablar con usted, señora... pero ya no puedo hablar... ¡no puedo hablar! profirió con creciente agitación. D.ª Carolina le contempló un instante con sonrisa maliciosa y dijo al cabo: Pues yo voy a decirle a usted lo que usted tenía que decirme a . Timoteo la miró estupefacto.

Bajo las cocas argentinas de la solterona se deslizó una débil sonrisa. Tranquilícese usted, señor conde, al menos en cuanto a la última dijo con sencillez. He amado mucho, apasionadamente, puedo confesarlo a mi edad... Pero el hombre a quien he amado no es usted.

A la primera le temblaban las manos y le andaba por dentro del cráneo un barullo tumultuoso. La sirviente clavaba en la señora sus ojos de gato, y su irónica sonrisa podría ser lo mismo el único aspecto cómico de la escena que el más terrible y dramático. Pero de repente, sin saber cómo, criada y ama cruzaron sus miradas, y en una mirada pareció que se entendieron.