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Cuando los mentecatos pretenden hacerse graves, ¿quién los entiende? ¿Si su majestad querrá dar al traste con Lerma y servirse de Osuna? ¡Que hable claro su majestad, que no soy yo hombre que sirve para catas, ni para ser traído y llevado? debe de andar la reina... Si yo pudiese ver á la reina... ¡Vamos! lo mejor será no pensar en ello: lo que fuere, sonará.

Así se vió Roger convertido no sólo en escudero del barón León de Morel, futuro capitán de la Guardia Blanca, sino en maestro de tres nobles doncellas, cargo este último en que jamás soñara. Pensando en ello y gozoso del cambio ocurrido en su suerte, resolvió no omitir por su parte esfuerzo alguno para complacer á sus bienhechores. DE CÓMO ROGER APRENDIÓ MÁS DE LO QUE

El Magistral abrió entonces su balcón de par en par y tendió el cuerpo sobre la barandilla, hacia la casa de Barinaga, pretendiendo oír algo. Al principio parecía aprensión lo que oía, como si sonara dentro del cerebro... pero después, cuando se vio luz detrás de los cristales, el Magistral pudo asegurar que allí dentro reñían, arrojaban algo sobre el piso de madera....

Pero, lo juro por mi honor, por Dios, por lo más sagrado: mi locura será de muy diversa índole. Soñará con mi locura. Pues qué, ¿imagina que soy yo un segundo D. Valentín? ¿Piensa que me someteré á sus monstruosos caprichos? ¿Entiende que soy necio y que voy á creer lo que á ella se le antoje hacerme creer?

El metal vibró como una campana que sonara muy lejos. ¡Ah, ya no se forjan espadas de este jaez, señor hidalgo! agregó Domingo de Aguirre. El acero es cada día más sucio y el temple más ruin. Dícese, en verdad contestó Ramiro, que habéis perdido algunos secretos de antaño. En cuanto a secretos, señor, nunca los hubo.

Siendo el alcázar de la ALJAFERIA la morada de nuestros reyes, y el lugar donde mas ostentaban su magnificencia y su poder, era consiguiente que su nombre sonára en la mayor parte de las fiestas, y que en él ocurriesen succesos que ha debido recoger la historia.

Y seguía don Francisco, pero dando vueltas á su poderosa imaginación. ¿Qué será, qué no será?... lo que fuere sonará dijo al fin, cansado de cavilar y entrando en una galería alumbrada, á donde daba la puerta de la primera antecámara del cuarto del rey.

Pálido y frío estaba en su cama de randas y colgaduras el emperador, y los mandarines todos lo daban por muerto, y se pasaban el día dando las tres vueltas con los brazos abiertos, delante del que debía subir al trono. Comían muchas naranjas, y bebían con limón. En los corredores habían puesto tapices, para que no sonara el paso. No se oía en el palacio sino un ruido de abejas.

Maximiliano discurrió que para realizar su deseo, necesitaba comprar otra hucha de barro exactamente igual a aquella y llenarla de cuartos para que sonara y pesara... Se estuvo riendo a solas un rato, pensando en el chasco que le iba a dar a su tía... ¡él, que no había cometido nunca una travesura...!, lo único que había hecho, años atrás, era robarle a su tía botones para coleccionarlos. ¡Instintos de coleccionista, que son variantes de la avaricia!

Miraba hacia la chimenea grande y negra, hacia la gran campana de piedra, en la que se veían figuras y árboles de talla y el humo subir en espesas nubes hasta donde se hallaban los trozos de tocino. De repente, cuando menos lo esperábamos, el loco dio un golpe con el palo en la losa y exclamó como si soñara: «¡..., ..., yo lo he visto... hace mucho tiempo..., mucho tiempo