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Parece que una mañana se levantó Carlos III con humor de suegra, y francamente que razón había harta para avinagrar el ánimo del monarca. Su majestad había soñado que las arcas reales corrían el peligro de verse como Dios quiere a las almas, es decir, limpias, porque sus súbditos de las Américas andaban un si es no es remolones para proveerlas. ¡Carrampempe!

Y evocaba la tarde en que llegara a la ciudad murmurando los versos melancólicos de "Christine" y la iglesia de Nueva Pompeya flotó suspensa en la lejanía de la sombra violácea. Y nos pondremos de rodillas, Lucía, en esa iglesia. Lo he soñado. Preguntó a Julio si había estado alguna vez en Nueva Pompeya. , el año pasado. Después de una semana de lluvias, el Riachuelo se había desbordado.

Chica, has soñado con algún príncipe ruso. Las de Ferraz, que ya estaban allí, rieron la gracia, fingiendo no encontrarle malicia. Los demás callaron, sorprendidos ante la audacia. Emma no vio el epigrama; Bonis tampoco.

Mis ojos negros no hacían pensar que yo me impacientase en las tristezas de la espera de un esposo soñado; mis cabellos indisciplinados, de matices cenicientos, no atestiguaban un carácter melancólico, y mi sonrisa no indicaba ninguna decepción del corazón. La abuela sonrió maliciosamente sin dejar de mover la cabeza. , ; confieso que no has llegado todavía a la decrepitud.

Por último, se ofreció con labio balbuciente, embargado por la emoción, como el ejemplar o archetipo que Lucía había soñado. Esta posó en él una larga y profunda mirada que le turbó aún más, exhaló después un delicado suspiro y guardó silencio. Al cabo de algunos instantes tomó de nuevo la palabra con voz temblorosa.

Ana recordaba entonces a su Magistral y lloraba enternecida. «¡Qué grande hombre era y cuánto le debía! ¿Quién sino él había sembrado aquella piedad en su alma?». En cuanto pudo levantarse, uno de sus primeros cuidados fue escribir a don Fermín una carta con que había soñado ella muchas noches, que era uno de sus caprichos de convaleciente.

Se quedó en ello. ¡Quién hubiera dicho a doña Anuncia que aquel novio soñado, que ya empezaba a tardar, pasaba todos los días cerca de ellas, en el Espolón, el Paseo de invierno, o en la carretera de Madrid, orlada de altos álamos que se juntaban a lo lejos!

»Porque he soñado exactamente lo mismo. »Todos lanzamos un grito de sorpresa. » dijo a Carlos; yo sacerdote y gran señor. »¿Y yo? pregunté a mi vez. »Usted, señora, es diferente me dijo con tristeza; no estaba con nosotros, nos había dejado, nos había abandonado. »¡Ah! Entonces ese sueño no es verdad, no tiene sentido común exclamé.

En el momento más grave de mi vida, cuando se estaba decidiendo mi salvación ó mi pérdida, juré dedicarme á Dios si me permitía volver á mi familia y á mi país y probar mi inocencia. Dios me oyó y ya no me pertenezco. Me entrego al que después de haberme castigado justamente, tuvo piedad de . Perdón, miss Maud. Si una mujer podía realizar la obra que usted había soñado, esa mujer es usted.

Y en cuanto al sentimiento, en un tiempo había soñado, no en cambiar la naturaleza de las cosas, porque ello era imposible, pero en ser comprendido de alguno de sus semejantes; y porque jamás ese sueño se había realizado, una expresión de soberbia lo había persuadido de que tenía una alma distinta de las demás, de que valía más que los otros.