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Los príncipes y señores orientales, cuando la victoria encumbraba a los portugueses, se postraban ante ellos y se les sometían medrosos; pero la sumisión era insegura y falsa. De aquí que el imperio portugués en la India fuese más brillante que sólido.

de los esclavos en Sevilla Como una triste consecuencia de la guerra, como costumbre aceptada y reconocida por todos los reinos de Europa, en los que podríamos llamar código ó convenciones militares, es sabido que los prisioneros constituían parte del botin del vencedor, y por lo que respecta á España, de igual modo que nosotros imponíamos la esclavitud á los enemigos que aprisionábamos, así también aquellos nos sometían á durísimos cautiverios, extremando sus rigores hasta el más bárbaro refinamiento.

Tal vez se sometían voluntariamente á un turno; tal vez su vista sólo alcanzaba un poco más allá de sus tentáculos. El que estaba más próximo al vidrio se desdobló de pronto con la violencia de un muelle que se escapa, de un proyectil que hace explosión. Dió un salto, quedando pegado al suelo por una de sus patas y teniendo las otras en alto como un manojo de reptiles.

Y con cierta conmiseración por Salvatierra que, sabiendo tanto, ignoraba unas cosas que eran para el aperador las más interesantes del mundo, continuaba éste explicando el régimen a que se sometían los caballos jóvenes; todas las operaciones que realizaba él voluntariamente en sus entusiasmos de jinete.

El odio a los franceses no era odio: era un fanatismo de que no he conocido después ningún ejemplo; un sentimiento que ocupaba los corazones por entero sin dejar hueco para otro alguno; de modo que el amar a los semejantes, el amarse a mismo, y hasta me atrevo a decir el amar a Dios, se adaptaban y sometían como fenómenos secundarios al gran aborrecimiento que inspiraban los verdugos del pueblo de Madrid.

Las monjas la consideraban lunática, porque si las más de las veces la sometían fácilmente a la obediencia, haciéndola trabajar, entrábale de golpe como una locura y rompía a decir y hacer los mayores desatinos.

En cuanto al traje de los judíos, era tan fantástico, que podía valer para cualquier época, si bien tenía el inconveniente de ser tan rico y primoroso, que sólo los señoritos más acaudalados del pueblo lo podían costear; así es que había pocos judíos, muchos menos que soldados romanos; mas no por eso se sometían del todo, sino que de cuando en cuando se enredaban a trancazos con los cruzados, armando muy graciosas escaramuzas o simulacros de pelea, con los cuales el pueblo se reía y era como el sainete o parte cómica de la procesión.

Y mientras tocaba la música arriba y bailaba la gente, nosotros metiendo a los muertos en cajones, echándolos al mar y conservando a las familias en los sollados para que no escandalizaran con sus gritos. Cuando llegamos al término del viaje, la mayor parte de los pasajeros de primera ignoraban lo ocurrido, y protestaron al ver que los sometían a cuarentena.

Sin temor ni escrúpulo de ninguna especie, violaban las reglas de buen comportamiento á que se sometían todos los demás, fumando á las mismas narices del alguacil de la población, aunque cada bocanada de humo habría costado buena suma de reales, por vía de multa, á todo otro vecino de la ciudad, y apurando sin ningún reparo tragos de vino ó de aguardiente en frascos que sacaban de sus faltriqueras, y que ofrecían liberalmente á la asombrada multitud que los rodeaba.

Llevaba exterminadas muchas fieras, especialmente tigres, y á él nunca le ocurría un contratiempo que fuese irremediable. Le herían frecuentemente, le sometían á tormentos atroces; pero sanaba, al fin, con una rapidez portentosa. Y en casi todas las representaciones, ¡su mirada, aquella mirada de héroe niño, que hacía sentir á Mina el pinchazo de un alfiler olvidado!...