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¡Calla, mujer, que tus maldiciones ya se cumplen! El Caballero se incorpora en el lecho de algas, y la viuda y los cuatro niños tiemblan al reconocerle. En la oscuridad de la cueva apenas se distingue la sombra del viejo linajudo, y su voz tiene una resonancia oscura de caos y tinieblas como si saliese de la oquedad del roquedo.

Vime harto y contento con el segundo amo y con el nuevo oficio; mostréme solícito y diligente en la guarda del rebaño, sin apartarme dél sino las siestas, que me iba a pasarlas, o ya a la sombra de algún árbol, o de algún ribazo o peña, o a la de alguna mata, a la margen de algún arroyo de los muchos que por allí corrían.

No puedo olvidar aquellos tristes días. Jueves y domingos salíamos de paseo, a lo largo del fangoso río, cuyas aguas parecían dormidas a la sombra de los sauces piramidales.

Sus párpados, al cubrir los hermosos ojos grises, proyectaron una sombra sobre la cara y su boca se crispó. ¿Acaban de llegar? preguntó. Llegaron ayer mañana. Venía á advertir á usted para que no se sorprenda si se ve repentinamente en su presencia. Jenny hizo un gesto de cansancio.

Ya os he dicho que puedo ser vuestro amigo. Hablad. El duque de Lerma se sentó y Quevedo volvió á sentarse también. Voy á desembozar algunas palabras que os están haciendo sombra, y á empezar por desembozándome.

Hacía dos horas que Juan Claudio marchaba a buen paso, imaginándose la vida del campamento, el vivaque, las descargas, las marchas y contramarchas, toda aquella existencia de soldado que tantas veces había echado de menos y que veía ahora volver con entusiasmo, cuando a lo lejos, a mucha distancia aún, envuelto en la sombra del crepúsculo, descubrió la mancha azulada del caserío de Charmes, su pobre casita que deshacía en el cielo blanco una madeja de humo casi imperceptible, los jardinillos rodeados de empalizadas, los tejados de madera, y, a la izquierda, a media ladera, la gran finca de «El Encinar», con la fábrica de aserrar del Valtin al fondo, en el barranco ya en sombra.

¿Hemos de cerrar voluntariamente la puerta a la inmigración europea que llama con golpes repetidos para poblar nuestros desiertos, y hacernos a la sombra de nuestro pabellón, pueblo innumerable como las arenas del mar? ¿Hemos de dejar, ilusorios y vanos, los sueños de desenvolvimiento, de poder y de gloria, con que nos han mecido desde la infancia los pronósticos que con envidia nos dirigen los que en Europa estudian las necesidades de la humanidad?

Entre los techos de la ciudad apenas aparecia mas que el estremo de algun roseton, uno que otro muro ennegrecido por los siglos y los árboles que dan frescura y sombra á algunos patios: ¡ah! repetimos con dolor: ¿nada de lo pasado guardará al fin esa Córdoba tan decantada por la historia y la poesía? La inquietud se apoderó nuevamente de nuestra alma; y recorrimos con afan la ciudad.

Recalde me confesó que pasó momentos de miedo terrible en aquella maldita cueva. Yo intenté convencerle de que dentro de ella no habia nada extraordinario mas que juegos de luz y de sombra. La fila de troncos de árbol que habia en el camino indicaba que por allí se habian hecho desembarcos de armas o de contrabando en otras épocas.

Un escalofrío sacudió el cuerpo de Guimarán. Se abrochó. «Había sido otra imprudencia venir sin capa». Entonces sintió que no sentía ya el agua.... «Era que ya no llovía». Sobre Vetusta brillaban entre grandes espacios de sombra algunas luces pálidas, las estrellas; y entre las sombras de la ciudad aparecían puntos rojizos simétricos: los faroles.