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Nada se oía, a no ser de vez en cuando un hálito, parecido a la respiración silbante que se escapa de una garganta medio sofocada. Entonces me encolericé al verme rechazada de todas partes. Sin duda seré bastante buena para preparar esta fúnebre comida dije soltando una carcajada.

Se me figuraba estar escuchando esos juegos en que los organistas se entretienen, a veces, soltando alternativamente los registros más agudos y más graves del órgano. No me descompuse en manera alguna por los insultos del enano. Los había previsto y tenía formado mi plan para responder a ellos.

Después de oír, acerca de su salud, todas las vulgaridades hipocráticas con que el sano trastea al enfermo, como aquello de es nervioso... pasee usted... yo también estuve así, Feijoo abordó la cuestión, y por zancas y barrancas, soltando lo primero que se le ocurría, llegó a decir que él se había propuesto, por pura caridad, negociar la reconciliación.

Y por ahí continuó soltando a chorros sarcasmos e insultos, hasta que al fin la pobre Josefina rompió a llorar. Las demás criadas, menos malévolas, se veían, no obstante, lisonjeadas por aquella humillación. Al fin se pusieron de su parte, trataron de consolarla, mientras Concha, despiadada, más dura y más fría que el mármol, siguió persiguiéndola largo rato con rechifla sangrienta.

Al llegar aquí no pudo reprimir un gesto de disgusto. Don Laureano lo observó, y soltando la carcajada y poniéndole una mano sobre el hombro, exclamó: Pero ¡qué empeño tienen ustedes los maridos en que nadie admire a sus mujeres! ¿Por qué? Yo imagino que debiera ser lo contrario.

Todo marcha aquí al vapor desde que ella tiene la dirección de la casa... Es viva como una ardilla, y está en pie desde el alba; y siempre contenta... siempre entonando canciones y soltando gritos de alegría. Al dirigirse al molino, los dos hermanos ven pasar por arriba de ellos, rozando sus cabezas, un tronco de zanahoria. Martín se vuelve riendo, y hace con el dedo un ademán de amenaza.

¡Quiá! exclamó el aldeano, soltando otra vez la carcajada.

Esa muchacha no ha robao naa, que venía de abajo, y corrió porque la venían siguiendo esos lechuguinos. Yo lo he oservao, y si hay alguno que me desmienta, aquí estoy yo, que soy un hombrera pa otro hombre. Tanta bulla pa naa dijo, soltando á Clara, el que la tenía asida.

Gracias mil por el favor, señor hidalgo, repuso ella soltando su brazo y mirándole severamente. ¿Es decir que no solo sentís haberme encontrado en vuestro camino sino que me llamáis en suma diablo predicador? Cuidado que mi padre es violento cuando se irrita, pero ni aun él me ha dicho jamás cosa semejante. Tomad ese camino de la izquierda, señor de Clinton, que yo no soy buena compañía para vos.

Al entrar el conde, Quiñones le lanzó una rápida mirada escrutadora, clavó enseguida otra de profundo odio en la niña y dijo con sonrisa sarcástica: Ah, ¿quieres la bendición?... Toma la bendición. Y le dio de revés un tremendo bofetón que la hizo rodar por el suelo, soltando sangre por boca y narices. Luis sintió aquella bofetada en sus mejillas.