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Poco á poco, bajo la influencia del tiempo y la naturaleza, los fantasmas lúgubres que se agitaban en mi memoria fueron soltando su presa. Ya no me paseaba con el único fin de huir de mis recuerdos, sino también para dejar que penetraran en mi las impresiones del medio y para gozar de ellas, como sin darme cuenta de tal cosa.

En aquel momento alzóse un poco de tumulto cerca de ellos: se oyeron algunos gritos coléricos y también el chasquido de los garrotes. La gente acudió allá en tropel. Viéronse bastantes palos enarbolados y otros tantos combatientes ebrios de furor, y alguno de ellos soltando sangre por la frente.

¡Oh! ¡oh! ¡oh! exclamó el duque soltando una sonora y bárbara carcajada como las de los héroes de la Iliada . ¿Y por qué no les hemos de traer a Gayarre y a la Tosti para recrearles por las noches? Deben ser muy aburridas aquí las noches. Las damas sonrieron avergonzadas. Vamos, duque, no bromee usted, que la cosa es seria dijo la condesa de la Cebal.

¡Eso sería matarme, niña mía! ¿Sabes por qué me pongo enfermo? por no poder besar esos ojos que me asesinan. ¡Jesús! exclamó Venturita soltando la carcajada. ¡Qué fuerte te da! ¡Siento no poder curarte! ¿Permitirás que me muera? Si. ¡Gracias! Déjame besar tus cabellos entonces... No. Tus manos. Tampoco. Déjame besar cualquier cosa tuya... ¡Mira que me haces mucho daño!

¡Qué ajena estará María de que yo estiro ahora sus sábanas! exclamó Ricardo soltando una carcajada. Pues que lo son. A mamá y a ella les gustan muy finas y se las hacen de batista. A papá y a nos gustan más gruesas. Yo no puedo soportar las sábanas finas...; me deslizo dentro de ellas y no encuentro sitio.

Soltando una risilla insolente, se precipitó por la escalera abajo. ¿Qué demonios pasaba en aquel cerebro?... Entró por la puerta pequeña que comunica el patio con el largo pasillo interior del edificio, y una vez allí pasó sin obstáculo al vestíbulo, tentando la pared porque la oscuridad era completa.

Andrés la siguió, y se sentó silenciosamente a su lado. Los dos se miraron un rato, pugnando para no reír. Las manos quietas, ¿eh? preguntó ella. Andrés contestó afirmativamente con la cabeza. ¡Vaya, vaya con D. Andrés! ¡Tan bueno y encogido como parecía! ¡Pues no va sacando poco los pies de las alforjas! Querrás decir las manos. Eso es, las manos... ¡cierto! repuso soltando a reír.

¡Ah!... ¡qué bello es el dolor de una hija! dijo el bebedor de aire soltando resueltamente la pluma , ¡cuán meritorio a los ojos de Aquel que todo lo ve, que todo lo pesa, que da a cada uno lo suyo!... Llore usted, llore usted; no seré yo quien trate de combatir su pena con consuelos triviales.

Los dientes de la condesa continuaban triturando con fuerza grandes pedazos de pan: sus manos se paseaban un poco temblorosas por la mesa tomando y soltando precipitadamente los objetos que se hallaban á su alrededor. Á menudo levantaba la cabeza y parecía concentrar todos sus sentidos en el oído derecho, que inclinaba ligeramente hacía la puerta del gabinete.

El gran Tapuy Guazu con pecho fiero Soltando la voz triste y lastimera, Mi fin, dice, se llega ya postrero, La hora se me acerca postrimera: Mas conviene la vuestra aquí primero Se cumpla, y encendida una hoguera A Corací y Pitum, porque tornaron Con tal nueva, allí vivos los quemaron.