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La llegada imprevista del hermano de la viuda termina al cabo este enredo; el viejo soldado, cuando descubre el juego, se llena al principio de extremada ira, pero acaba por ablandarse, y concede la mano de su sobrina al aventurero que se ha introducido en su casa de un modo tan extraño.

Parecía imposible que un organismo humano pudiera resistir tanto golpe, que en su cuerpo débil cupiesen tantos quebrantos, sin que él se viniera abajo. Con la solidaridad de todos los que arrostran el peligro, repelía la gloria individual. Hablaba de la Legión como el soldado habla de su regimiento, como el marino habla de su buque, creyéndolo el mejor de todos.

«Fuí soldado de los Andes, «En Maipo Cabo me hicieron, «Y las balas deshicieron «Mi brazo en Ituzaingó: «Entonces mi voz se oia «En medio del fuego recio, «Y hoy me arrojan con desprecio «Una limosna por Dios! «De frente!

RUIZ. El mismo. ¡Ah! ¿Eres ? ¿Ha llegado la gente? SOLDADO. Ya está cerca del muro, la puerta está guardada. RUIZ. ¿Cómo! ¡Alguno nos ha vendido tal vez? SOLDADO. El Rey ha salido esta noche de la ciudad. RUIZ. Algo ha sabido. SOLDADO. Sin duda. ¿Con cuántos hombres podemos contar dentro de la ciudad? RUIZ. Apenas llegan a ciento.

SOLDADO. Bastan para atacar la puerta si nos ayudan los de fuera. RUIZ. Dices bien. SOLDADO. Vamos. SOLDADO. ¿Temes? RUIZ. ¡Yo!... No; pero queda mi señor todavía en el convento. SOLDADO. ¡Diablo! Ya... pero es cosa de un momento; un ataque imprevisto por la espalda y por la frente ... después ya no corre peligro. RUIZ. Vamos. LEONOR y MANRIQUE MANRIQUE. Alienta; en salvo estamos. LEONOR. ¡Ay!

Colon es tan sábio como poeta, tan poeta como marinero, tan marinero como inventor, tan inventor como soldado, tan soldado como caudillo; en una palabra, servia tanto para menestral como para príncipe, ó para príncipe como para menestral.

A los 12 del mes mandó echar bando para la partida, mandando, so pena de la vida, que ningún soldado se empachase en tomar prisionero ni ropa mientras se pelease. Toda la gente iba muy alegre y contenta en oir el bando, teniendo por cierto que se pelearía.

Pero, ¿cuál es el remedio que has imaginado? ¿Cuánto supones que pueden darme por ser sustituto de uno que no quiera ser soldado? Muy duro me parece el sacrificio. A también; pero no veo otro camino de salvación. ¿Cuánto crees que me darían? Agenciándolo bien, ¿qué yo? a lo sumo, cuatro o cinco mil reales.

El soldado que lo guía cambia de dirección para no aplastar á esta desesperada que permanece inmóvil, con los brazos en alto. Su prudencia resulta inútil, pues la mujer, moviéndose en igual sentido, marcha á su encuentro. La multitud grita de angustia. Con un violento tirón de frenos, el automóvil se detiene cuando su parte delantera empuja ya á esta suicida. Debe haber recibido un fuerte golpe.

Volviose estremecida doña Guiomar, y vio que de rodillas estaba junto a ella, no una imagen vana, ni una sombra, sino un hombre, con atavío de soldado, que anhelante la miraba, y que parecía que quería hablar y no podía, aunque harto claro decía lo que sentía el temblor que todo su cuerpo agitaba.