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El dicho capitán D. Joan de Castilla, con los otros que le vinieron á socorrer, recibieron la carga de los enemigos, y escaramuzando valientemente, como se hacía por todos cabos alrededor del fuerte, se retiraron más debajo del artillería, y allí se entretuvieron hasta la noche, matando muchos turcos, y vinieron á las manos á pica y espada con ellos.

Y siguiendo su camino, á los dos dias llegó á donde habia un manantial pequeño, en el cual se refrigeró él, y sus dos perros, y discurriendo poder socorrer á su compañero le pareció inútil, pues le contemplaba ya muerto: por lo que llenó el cuero de lobo de agua, siguiendo su rumbo, que regularmente era como media legua distante del mar, manteniéndose con varios animalitos y bichos que él y sus perros tomaban, y bebiendo cosa corta del agua que llevaba en el cuero para conservarla.

En el número de sus vehemencias, que solían ser pasajeras, contábase una que quizás no sea tan recomendable como aquella de socorrer a los menesterosos, y consistía en rodearse de perros y gatos, poniendo en estos animales un afecto que al mismo amor se parecía.

Y sin decir más se fue a poner de hinojos ante Dorotea, pidiéndole con palabras caballerescas y andantescas que la su grandeza fuese servida de darle licencia de acorrer y socorrer al castellano de aquel castillo, que estaba puesto en una grave mengua.

Hija mía, ¿qué es lo que ha pasado por ti? ¿Qué te ha obscurecido así la razón? ¡Mi pobre, pobre y querida niña! Luego se levantó de un salto y buscó con sus manos temblorosas su sombrero y su abrigo. ¡Socorrer! ¡socorrer! ¡arrancar su víctima a la muerte! He ahí el pensamiento que, por el momento, le llenaba el espíritu.

Gallardo y su mujer mostrábanse en todas las fiestas con el rumbo y la gallardía de un matrimonio rico y popular: ella con pañolones que arrancaban gritos de admiración a las pobres mujeres; él luciendo sus brillantes y pronto a sacar el portamonedas para convidar a las gentes y socorrer a los mendigos que acudían en bandas.

La quinta, en donde habita Don Juan, es presa de las llamas; Serafina, sin sentido, es salvada por su esposo, confiándola á la guarda de Don Alvaro, á quien no conoce; aléjase después para socorrer á otro, que se halla en peligro, mientras que Don Alvaro, en cuyos brazos se encuentra entonces su amada de un modo tan impensado, cede entonces por esta circunstancia al ímpetu irresistible de su amor, vencido en apariencia, puesto que la tentación es demasiado fuerte: se lleva consigo á Serafina, siempre desmayada; sube en su buque, y se hace á la vela con su víctima.

Y paresciendo que pues aquella isla se habia subjetado y atraído á la devoción de V. M., era bien de procurar de conservarla, y convenía hacerlo por lo mucho que importaba á la quietud de los reinos de Sicilia y Nápoles y navegación de ellos, por ser aquella isla tan vecina á ellos, donde se recogían muchos cosarios, así á vituallarse como á repararse é hacer navíos y invernar en ella y vender las presas que en los dichos reinos y costa de Italia hacían, que para esto era bien hacer un fuerte competente donde se pudiese meter guarnición de gente y artillería, porque habiéndole se quitaría la frecuentación de los cosarios y disturbaría mucho la contratación y paso de los turcos que pasan á Argel é poniente y se ponía la isla en perpetua subjeción, y podría servir de escala y de casa de munición para las empresas que en África se quisieran hacer, é para los navíos que quisiesen andar en corso contra turcos, y que el mejor sitio y parte donde se podía hacer era donde estaba el castillo, incorporándole en él, porque no se quería comenzar obra que pudiese disturbar á que, con el primer tiempo y llegado de Sicilia las vituallas y gente que se esperaba, no se pudiese partir el armada á Trípol, sino dejase la obra imperfecta; y porque la comodidad del castillo y haber en él lugar para poder meter vituallas y municiones y dos cisternas, y cerca tierra, leinmo, fajina y arena para poder edificar, hacían fácil é breve el edificarse el fuerte, é también parescía más conveniente hacerle allí que en otra parte, por ser el medio de la isla y donde los moros hacen sus mercados, contractaciones y ferias, é porque de más desto, en cualquier otra parte que se quisiera hacer era menester mucho tiempo, por no tener tan á mano los materiales, é por ser necesario hacer, allende de la fortificación, magacenes para las vituallas y municiones; y si se quisiera hacer en la Cántara, donde algunos dicen que se había de hacer, por haber agua, había en ello la dilación de tiempo que era contra lo que se tenia determinado, y quedaba subjeta la plaza á ser batida por mar, por haber en aquella parte mucho fondo, lo que aseguraba el castillo, que por ser secanos no se puede acostar armada á tiro de cañón, aunque por una canal estrecha pueden llegar fustas y galeotas é otros navíos mercantiles; ansí que, movidos destas cosas, se determinó que se hiciese allí el fuerte, y D. Sancho de Leyva tomó á su cargo el ir con Antonio Conde, ingeniero, y el Capitán general de la artillería Bernaldo de Aldana á designiar el fuerte, y ansí lo hizo, y por su disiño se comenzó á fortificar, tomando Juan Andrea Doria á cargo fortificar él un bestión con la gente de Quiroco Espínola, y de levantar otro se encargó el gran Comendador Jegieres con la gente de la Religión, y el Duque con la infantería española de otro, y el cuarto tomó á cargo Andrea Gonzaga con la infantería italiana de Lombardía, é yo le tuve de solicitar é ayudar á los unos y á los otros; y estando la fortificación en buen término, fué nueva que el turco enviaba armada para socorrer á Trípol, por la instancia que Luchaly había hecho, el cual le había ido á pedir, según dicen, en los dos navíos que arriba digo que se dejaron en la Cántara; y como de muchas partes se confirmase la venida de la dicha armada y el Duque, desesperando el poder hacer la empresa de Trípol é por desembarazarse de allí hizo dar gran prisa á la fortificación del fuerte, el cual fué en defensa el día de San Marcos, y de aquel día en adelante no se ocupó en trabajar más gente de la que allí había el Duque determinado que quedase.

Receloso Payo Arias de Castro que estaba en Córdoba, de que le quitase de rechazo su villa de Espejo, allí cercana, partió con Martin Alonso de Montemayor y otros caballeros á socorrer á los sitiados, los cuales, perdida la villa y dejando el vestíbulo de su iglesia cubierto de cadáveres, se habian refugiado en el castillo tapiando la puerta á piedra y lodo.

17 Por lo cual, debía hacerse en todo semejante a los hermanos, ser hecho misericordioso y fiel Sumo sacerdote en lo que es para con Dios, para expiar los pecados del pueblo; 18 porque en cuanto él mismo padeció y fue tentado, es poderoso para socorrer también a los que son tentados.