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Discurríase una noche en la tertulia palaciega sobre el Apocalipsis y el juicio final; y el virrey, volviéndose a un garnacha, mozo limeño y decidor, que hasta ese momento no había despegado los labios para hablar en la cuestión, le dijo: Y usted, señor doctor, ¿cuándo cree que se acabará el mundo? Es claro contestó el interpelado , cuando vuecelencia mande que se acabe.

Y firme en su ceguera de madre, que hacía caer toda la responsabilidad de los actos del espada sobre sus acompañantes, siguió increpando al Nacional. Ya le diré a tu mujer quién eres. La probesita matándose en su tienda, del amaneser a la noche, y yéndote de juerga, como un chaval. Debías tener vergüensa... ¡a tus años! ¡con tanto chiquiyo!...

»Valiéndome de un símil harto viejo, pero que me es aquí muy necesario para hacerme comprender más fácilmente, en aquella suprema ocasión me encontraba sobre el borde de un precipicio, sola, sin alientos para retroceder y comenzando a sentirme dominada por el vértigo de los abismos.

La poltrona parecía venirle demasiado grande; acurrucado en el borde del asiento, las piernas endebles recogidas, de bruces sobre la mesa, tan pegada la cara al papel, que debía ser miope, y no gastaba anteojos, sin embargo... Su cabeza era vulgar, de pelo lacio y aceitoso, salpicado de canas, lo mismo que la barba enmarañada, amarillenta por la falta de aseo o el incienso continuo del tabaco; llevaba la solapa de la levita y los hombros, espolvoreados de caspa, y las uñas muy largas, ribeteadas de negro.

Y respecto á que no lo hace V. E., no moveré estas cosas hasta que espresamente se me mande. Nuestro Señor, &c. Sobre la demarcacion de límites. A D. Jose Varela. Asumpcion, 13 de Enero de 1784. En el tiempo que he estado aquí, no he dejado de indagar noticias de los terrenos que debo demarcar.

Cinco siglos después, un descendiente del provocativo Arnoldo, glorificará a su raza, erigiendo sobre el rico pedestal de la lengua inglesa, y en un nuevo mundo, el palacio de oro de sus rimas.

Nadie osaría poner en duda entre los convidados la inmensa superioridad de las señoritas de Corneta en cuanto a brillo aristocrático y gracia protectora. Sobre todo permaneciendo calladas tales cualidades adquirían maravilloso relieve.

Bien podía divertirse después de tanto trabajar. Pero le restaba la afición al negocio, sobre todo a los instrumentos de música. Los compañeros no adquirían un mecanismo defectuoso que no se lo ofreciesen para que lo arreglara; siempre tenía alguna joya como aquel órgano, y todos los domingos colocaba su puesto en las Américas, para no perder la costumbre.

Quisiéramos un poco ménos de ciencia y un poco mas de práctica; recordando lo que dice Bacon de Verulamio sobre el arte de observacion, cuando le llama una especie de sagacidad, de olfato cazador, mas bien que ciencia. Ars experimentalis sagacitas potius est et odoratio quædam venatica quam scientia. Pág. 10.

Se llamaba Luna, y podía aspirar a todo sin miedo, pues hasta papas había en la familia. Los canónigos llevábanse al pequeño a la sacristía, antes del coro, para hacerle preguntas sobre sus estudios.