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Los días anteriores, por inverosímil que parezca el hecho, no había pensado en confeccionar uno siquiera de sus delirantes brebajes. El regreso de Nápoles á Barcelona había sido triste; el buque tenía un ambiente fúnebre sin su dueño. Por todas estas razones, se le fué la mano á Caragòl en la medida, prodigando la caña hasta que el líquido tomó un color de tabaco.

Pues ¿y el fiscalillo ese, con su lengua de puñal?... Yo le estimo, es la verdad... y suele tener los grandes golpes... Vamos, que clava los apodos... Pero ¡carape! a lo mejor tiene unas cosas... como las de esta noche, por ejemplo... Aquello no venía al caso, ni siquiera era decente... Son personas respetables... y amigas de uno... y acaba uno de comer a su mesa... Póngase cualquiera en mi lugar; y si es persona decente, a ver si no haría lo que hice yo... Sentiré que le haya dolido lo que le dije; pero él se tuvo la culpa, y yo cumplí con mi deber... como hubiera cumplido si él continúa con la broma y le rompo yo algo en la cabeza... ¡Carape si se lo rompo!

Afortunadamente sus temores duran poco ; pues los indios se apresuran á tirar del lazo y arrastran al caiman, aturdido talmente de verse capturado, que ya ni siquiera intenta defenderse. Como no puede darse vuelta, acercánsele los indios por detras, y le quitan la vida de dos ó tres hachazos.

Sumando con ellos las recíprocas a que ésta tenía notorio derecho, y no se le escatimaban ciertamente; su turno en el Real; su día de moda en el Español y en otros teatros más; las indispensables exhibiciones en carruaje abierto; las tareas distinguidamente devotas y benéficas de la marquesa, que a la sazón era presidenta y directora de no cuántas congregaciones cristianas, particularmente la de las Madres ejemplares, fundada por ella, y la de Doncellas humildes y temerosas de Dios, a la que pertenecía la hija, y por eso concurría a sus asambleas cada miércoles y comulgaba dos veces cada mes en las Calatravas; y, por último, sus excursiones veraniegas por todo lo más distinguido y más caro de las regiones europeas a estos esparcimientos destinadas por la moda, ¿qué extraño es que no le quedara una sola hora, un solo minuto para vivir en familia, para mirar por dentro las prosaicas mecánicas de la vida normal, para traer a las mientes las cuerdas advertencias del olvidado abuelo..., para contemplar, siquiera, desde el punto de la pendiente rápida en que se hallaba, el necesario e inevitable paradero, término fatal y merecido remate de tan locos despilfarros?

Sus reacciones eran fugaces; tenía a la mano los recursos para anularlas y a ellos se acogía porque nunca le traicionaban ni le mentían, mientras crecía en su espíritu el convencimiento de ser víctima de la indiferencia y del egoísmo de todos los que deberían rodearle solícitos para brindarle consuelos que le negaron, goces que le usurpaban y energías que le habían robado, para concluir pensando: ya nadie se interesa por ... nadie me reclama con sinceridad, como si yo les incomodara... nadie me da un consejo realmente honesto y digno de ser aceptado... ¡nadie me escribe, siquiera., sino por forma!...

El P. Sibyla ni le miraba siquiera; le dejaba bufar; el P. Irene, más humilde, procuraba escusarse acariciando la punta de su larga nariz. S. E. se divertía y se aprovechaba, á fuer de buen táctico como se lo insinuaba el canónigo, de las equivocaciones de sus contrarios.

, me perdonará, pues no hemos tenido siquiera un flirt; a su alrededor hay siempre más de un comparsa perfectamente dispuesto a desempeñar el primer papel. Sin embargo, si me guardase rencor, no ocultaré que no sentiría ningún pesar; la señorita Alicia de Blandieres me es completamente indiferente. María Teresa cambió el curso de la conversación. Voy a prevenir a mamá que usted está aquí.

Pues si soy una columna, ¿por qué no me echan encima el peso que me toca? Soy columna o palillo de dientes, señor Cardenal, ¿en qué quedamos?». El Magistral, que estaba solo y seguro de ello, dio un puñetazo sobre la mesa. Voy, señorito gritó una voz dulce y fresca desde una habitación contigua. El Magistral no oyó siquiera.

Tomándolo por motivo, la hablé, primero para tranquilizarla, después para indagar, para descubrir la casta siquiera de aquellos misterios que en trance tan angustioso la ponían.

El modelo, que se propone imitar casi siempre Montalbán, es indudablemente Lope de Vega. ¡Ojalá lo hubiese hecho siempre con formalidad y aplicación! ¡Ojalá que, conociendo plenamente las bellezas de su maestro, hubiera intentado apropiárselas! ¡Ojalá, por último, que hubiese trabajado con celo constante y prolijo esmero en perfeccionar sus facultades personales, y en imprimir en sus obras, con la atención y el empeño más sostenido, esa morbidez y plenitud artística que Lope de Vega imprimía en las suyas sin pensarlo siquiera!