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Es un capricho, una locura; pero ¿para qué existe el Amor, sino para hacer alegres disparates que endulcen la vida?... Llévame en tu barca; ella que te condujo aquí nos trasladará a esa isla encantada; nos amaremos toda una noche al aire libre.

Una condición anti-sanitaria se denuncia en absoluto como un mal intolerable; relativamente hablando, se calmaría el tono de nuestra censura si se tuviera en cuenta que semejante mal viene de más lejos, lo sufríamos en silencio cuando ignorábamos no su existencia, sino sus consecuencias sobre la salud, de manera que para nosotros existía en estado latente y no la veíamos por falta de preparación.

¿Qué quieres? me añadió de allí a un rato; nadie quiere creer sino en la experiencia: todos entramos buenos en el mundo, y todo andaría bien si nos buscáramos los de una edad; pero nuestro amor propio nos pierde: a los veinte años queremos encontrar amigos y amantes en las personas de treinta, es decir, en las que han llevado el chasco antes que nosotros, y en los que ya no creen: como es natural, le llevamos entonces nosotros y se lo pegamos luego a los que vienen detrás.

Con la mano derecha el tío Gorico le levantaba hacia el cielo, y así, extendido el brazo, como si no fuera de hueso y carne, sino de acero firmísimo, permanecía catorce ó quince minutos. Luego venía el momento de las más vivas emociones; el terror trágico en toda su fuerza. Abraham ataba al chiquillo al ara, y sacaba un truculento chafarote que llevaba al cinto.

Cuando tenía el sitio hecho un volcán de intrigas, de deseos, de cálculos y de murmuraciones, desapareció repentinamente con su marido, porque éste, que no salía de la ruleta, perdió en una noche cuarenta mil duros, sobre otros veinte mil que tenía perdidos ya; y no se había casado ella con Gonzalo Quiroga para eso, sino para cosa muy diferente.

Eso no es decir nada. ¡No parece sino que el asunto no te interesa tanto como a ! Yo no lo declaro definitivo mientras no hagas en él las modificaciones que creas convenientes o lo varíes por entero si te place. El mismo interés tengo en ir a París y Roma que a Berlín o a Londres. ¡Figúrate lo que me importará, yendo contigo, viajar por un lado o por otro! Lo que determines estará bien.

Decía que no me conviene el sol ardiente de Italia, sino las nieblas invernales del Norte; quiero contemplar una naturaleza triste y desolada como está mi alma; nada más a propósito que Holanda con sus pantanos, el Rhin con sus ruinas, Alemania con su cielo nuboso.

4 No así los malos, sino como el tamo que arrebata el viento. 5 Por tanto no se levantarán los malos en el juicio; ni los pecadores en la congregación de los justos. 6 Porque el SE

Después de las hojas del libro de memorias que se referían, a su modo, a la materia que va reseñada brevemente, Ana encontró, y en ella se detuvo, la página en que rápidamente había reflejado sus impresiones al entrar en el Vivero en un día de Abril que parecía de Junio, alegre, ardiente, despejado. Leyó con deleite aquella página, no recreándose en el estilo, sino en los recuerdos. Decía: *

No señor; porque si la curva no vuelve sobre misma ya no será una circunferencia; así, por ejemplo, si en esta borro la parte A B, ya no me queda una circunferencia sino un arco.