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Era doña Manuela alta, seca de carnes, de aspecto severo y tez rugosa, como pintan a las Parcas, pero sin expresión de dureza en el rostro.

Con ser este «paso» tan abundante en figuras y prolijo en adornos, avanzaba sin llamar la atención, como humillado por la vecindad del que venía detrás: la reina de los barrios populares, la milagrosa Virgen de la Esperanza, la Macarena.

Subí por la cuesta de Tiquipaya y llegué á unas altas planicies de donde me encaminé, por un llano que ocupaba la cumbre de la cordillera oriental, hácia el punto culminante, que traspusé fácilmente, y comencé á bajar dirigiéndome al lugarejo de Tutulima. Yo habia pues pasado sin obstáculos la cordillera, y ya una de las dificultades de mi empresa quedaba allanada.

En una palabra, en todo y por todo Clementina se ingenió para atormentar, molestar y vejar al que se había empeñado en permanecer soltero. Así como ella se mantuvo sin casarse, para consagrarse por completo á la guerra continua que hacía á Fortunato. Acaso conservaba en el fondo de su corazón un resto de sentimiento por ese monstruo, como ella le llamaba.

Y ahora resulta que deberá usted carecer de voluntad y convierte la inspiración en simple exorcismo. Llame usted las cosas por el nombre que quiera dije, y le supliqué que cambiásemos de conversación. Cambiar de conversación no era posible; había que volver al punto de partida o continuar. Le pareció más seguro razonar y yo la dejé decir sin replicar más que con una frase: «¿Para qué

Y doña Manuela lloraba, efectivamente, sin saber con certeza si sus lágrimas las arrancaba el estado de su hijo, los insultos de su hermano o aquella última noticia de la desaparición de Cuadros. El viejo continuaba hablando junto al lecho del enfermo, excitado por la indignación, con voz sorda unas veces y gritando otras, de modo que cubría aquel estertor angustioso. Te lo vuelvo a repetir.

Cuando lo sublime corre sin freno, suele tropezar en lo ridículo y caer en la caricatura. ¿Qué no puede, sin embargo, el brioso ingenio nativo, aunque se lance y se despeñe por los más extraviados vericuetos? Barroca, caricaturesca es la oda titulada El monstruo.

Posible es que las circunstancias se dispongan de tal suerte que un desgraciado no halle persona a quien volver la cara; pero no se debe suponer, sin insultar ni calumniar al linaje humano, que el desgraciado no halle a dicha persona porque en realidad no exista en el mundo. La desventura de Ramona llega, pues, al más raro cuando no al más increíble de los extremos.

Núñez dio un prolongado chupetón al cigarro, sacudió la ceniza con el dedo meñique. ¿Barragán ha visto o ha olido a tu cuñada? preguntó al cabo con afectada indiferencia. Dice haberla visto cuando se inclinó para tomar el vaso replicó Tristán sin perderle de vista. ¡Oh! entonces no hay cuidado.

Muy buena, , y debemos socorrerla... No faltaba más... darle de comer... Pero créame, Doña Paca, no hará usted nada de provecho sin mi prima. Y para que no dude más, y se quite quebraderos de cabeza, esta misma tarde, anochecido, se la mando. Bueno, hija, que venga, y se encargará de la casa... Y a propósito: aquí hay una gallina asada que se va a perder.