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Y en colaboración con V. Busnach: Manzanita, opereta de Offenbach. Ludovic Halévy fue elegido académico, y en la sesión pública del 4 de febrero de 1886, ocupó el sillón vacío por muerte del Conde D'Haussonville.

Después de haber suprimido tanto como me fue posible, los indicios de la fractura de la ventana, me instalé en un sillón, y mientras reposaba de mis fatigas hirieron mi vista las obras de Walter Scott, colocadas en frente de . Tomé al azar una de ellas, y me retiré, llevando a mi cuarto, como si hubiera sido un tesoro, La linda joven de Perth.

A pesar de estas recriminaciones mentales, no llegaba a entristecerse. La protesta removíase en su cerebro, avergonzada e iracunda; pero el resto del cuerpo parecía satisfecho, con un regodeo de recuerdos y un estremecimiento de esperanza... Peor era la nada; pasar los días comiendo o dormitando en el sillón con un libro en las rodillas.

; lo que es por quejarte no quedará... Doña Bárbara entró diciendo con autoridad: «A la cama, niño, a la cama. Ya es de noche y te enfriarás en ese sillón». Bueno, mamá; a la cama me voy. Si yo no chisto, si no hago más que obedecer a mis tiranas... Si soy una malva. Blas, Blas..., ¿pero dónde se mete este condenado hombre? María Santísima, lo que bregaron para acostarle.

Cuando la veía engalanada de este modo, no se sentaba, sino que se dejaba caer estupefacto en un sillón desvencijado: ella entonces se ponía de media anqueta en uno de los brazos del butacón, y alzando una copa de Champaña, que compró en el Rastro, brindaba con pardillo de la taberna cercana: luego paladeaban a medias los incendiados sorbos, y de fijo que no gozaron la mitad que ellos los más venturosos amantes de la historia.

Revolvió aquí un poco en el sillón el lindo cuerpo la interrogada, y, después de vacilar un instante, respondió con gran desparpajo a su amiga: Verdaderamente que no me he puesto nunca a mirar el caso por ese lado; pero muy ilícito no debe de ser, cuando tanto se usa. ¿Qué es lo que tanto se usa, Sagrario?

Cuando entraron al salón artesonado de encina, Godfrey se dejó caer en su sillón, mientras que Nancy, después de haberse quitado su sombrero y su chal, fue a colocarse a su lado junto a la estufa porque no quería separarse de él ni aun algunos minutos. Sin embargo, temía proferir alguna palabra que pudiera rozar los sentimientos de su esposo.

Don Aquiles había entrado de la calle tan regañón, que todos andaban con alas en los pies, huyendo el bulto; al ocupar el sillón de cabecera, notaron los hijos, con terror, que había nubarrones en el horizonte, y metieron los ojos en el plato, abriendo el paraguas de la resignación.

Luis Dupont, muy estirado, detrás del sillón de su tía, al ver a María de la Luz la hizo varios gestos, llegando a amenazarla con la mano. ¡Ah, maldito guasón! Siempre el mismo. Hasta el instante de la misa había estado en la cocina importunándola con sus bromas, como si aún durasen los juegos de la infancia.

Para que ningún malicioso interprete mal las bruscas aproximaciones del sillón de Nicolás Rubín al asiento de su interlocutora, conviene hacer constar de una vez que era hombre de temple fortísimo, o más propiamente hablando, frigidísimo. La belleza femenina no le conmovía o le conmovía muy poco, razón por la cual su castidad carecía de mérito.