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Dices, Juan, que las minas serán nuestra felicidad. ¡Eso! ¡eso digo! exclamaba el paisano con furor. Pues yo te digo que acaso, acaso serán nuestra desgracia. ¡Martinán, eres un burro! gritó otro paisano que allá en un rincón libaba silenciosamente el jugo de la manzana. Te digo que acaso sean nuestra desgracia y voy á probártelo expresó Martinán con calma sin hacer caso de la interrupción.

Pues procuremos ver. Y se encaminó recatada y silenciosamente á la puerta de las Meninas, y con el mismo recato miró al interior. Bajo un farol turbio estaba parado Juan Montiño. ¿Conque le esperan? ¿conque le han citado? ¿quién será ella? dijo Quevedo. Pasó algún tiempo; Juan Montiño esperando, y don Francisco observándole.

Habla, hijo mío, habla elocuentemente y sin cansancio, y el mundo será tuyo. Adán lloraba silenciosamente, agradeciendo las bondades del Señor. Sus cuatro hijos acababan de recibir la dominación de la tierra entera. Sin embargo, su esposa se mostraba inquieta.

Se abrazaron por última vez y se dejaron deslizar silenciosamente al agua. Nadaron doscientos metros protegidos por la masa de las rocas, pero pronto un gran griterío les advirtió que estaban descubiertos y una lluvia de balas que silbaron por todas partes les probó que sus perseguidores estaban decididos á impedir que se escapasen. ¡Sumerjámonos! dijo Tragomer. Van á tirar otra vez.

Experimentó fuerte sacudida y se volvió con su peculiar viveza. D. Prisco, el párroco de Entralgo, estaba frente á él. Ambos abrieron los brazos á un tiempo y quedaron estrechamente enlazados. Largo rato estuvieron de este modo. El viejo militar sollozaba: el sacerdote le encomendaba silenciosamente á Dios.

Siguió adelante por el lóbrego camino, andando silenciosamente, como hombre que conoce el terreno á ciegas y por prudencia desea no llamar la atención. Según se aproximaba á su barraca sentía mayor inquietud. Este era su distrito, pero en él estaban sus más tenaces enemigos.

Subió nuevamente la orilla, y guiado por algunas luces que se movían en torno de un punto fijo de la montaña, encontrose pronto rodeado de una multitud de hombres sombríos y presa de profundo terror. De en medio de la multitud salió la niña, y tomándole de la mano, le condujo silenciosamente delante de lo que parecía ser un profundo boquete en la montaña.

Hace un momento, Máximo, que no se mueve de aquí, tenía a mi padre incorporado mientras yo le daba el calmante que debe tomar cada hora. El enfermo querido nos dio tiernamente las gracias al uno y al otro, y añadió: Seréis siempre amigos en recuerdo mío, ¿no es verdad? silenciosamente la mano a Máximo, que la besó y la conservó en la suya. No podíamos hablar; las sollozos nos ahogaban.

Y volví en silencio al aposento en que estaba mi lecho junto al de mis hermanos, y me recogí silenciosamente. Todos dormían. Ninguno me había sentido entrar, como ninguno había sentido salir á Margarita. Sufrí... ¡oh!

Llenó cuatro vasos; y tomando el suyo, miró en torno de ella con indecisión. ¿Dónde cae el Norte? El conde lo señaló silenciosamente. Entonces la dama fué levantando su vaso con solemne lentitud, como si ofreciese una libación religiosa al misterioso poder oculto en el Norte, lejos, muy lejos. Kaledine la imitó con el mismo gesto de fervor.