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Juzga el año terrible, el cruento 93, como juzgaba San Germán las proscripciones de Sila y las matanzas de Nerón. Con escéptica mirada ha presenciado el desfile de los asesinos, de los septembristas, y de los guillotinadores, primero en carro y luego en carreta.

»A todo esto me respondió don Fernando que él se encargaba de hablar a mi padre y hacer con él que hablase al de Luscinda. ¡Oh Mario ambicioso, oh Catilina cruel, oh Sila facinoroso, oh Galalón embustero, oh Vellido traidor, oh Julián vengativo, oh Judas codicioso!

Roma, cansada de las luchas de Mario y de Sila, de patricios y plebeyos, se entregó con delicia a la dulce tiranía de Augusto, el primero que encabeza la lista execrable de los emperadores romanos.

¡Qué dedo tenía Sila! observó al fin; caben dos de los nuestros; como digo, decaemos. Tengo aun otras muchas alhajas... Si son todas por el estilo, ¡gracias! contestó Sinang; prefiero las modernas. Cada uno escogió una alhaja, quien un anillo, quien un reloj, quien un guardapelo.

Muéstrase entonces Sila, hija del tirano derrocado, en lo alto de la torre: Orodante le declara su amor desde abajo, y ella le invita á subir; mas apenas le obedece y llega arriba, cuando se precipita sobre él, puñal en mano; le atraviesa el corazón, y se arroja desde la torre.

Este es un anillo que debió pertenecer á Sila, continuó Simoun. Era un anillo ancho, de oro macizo, con un sello. Con él había firmado las sentencias de muerte durante su dictadura, dijo Cpn. Basilio pálido de emocion. Y trató de examinarlo y decifrar el sello, pero por más que hizo y le dió vueltas, como no entendía de paleografía, nada pudo leer.