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Maquinalmente se aproximó al grupo de oficiales, y sus ojos volvieron á tropezarse con los de Martínez. Este vino hacia él con una sonrisa interrogante. Miguel comprendió que le había hecho un signo de llamamiento sin darse cuenta de ello, por un impulso de su voluntad, que parecía moverse completamente desligada de su razón. ¡Tanto peor!... ¡Adelante!

Paz hizo con la cabeza un signo de asentimiento, y miró á sus sobrinas de un modo que indicaba el profundo acierto que había en la respuesta de Clara. Vamos, niña, ¿qué piensa usted hacer en el mundo? ¿Cómo cuenta usted vivir en lo sucesivo? ¿De qué modo? A ver repitió Salomé con vehementes ganas de que Clara no acertara con la respuesta. Yo ... contestó Clara, lo que deseo es vivir ... pues.

Sus manos, ese indudable signo, por el que se conocerá siempre a una persona distinguida, eran aún bellas: su mirada altiva y fija. Estaba, pues, metido en una verdadera aventura. Me parece que adivino de lo que quiere usted hablarme; me dijo mirándome con una extraña fijeza; y sin dejarme tiempo para contestar añadió: sin duda se trata de Amparo. ¡Se llama Amparo!

Se alzaron dos verticales sobre las cabezas: el brazo del sacerdote trazó en el aire un signo, el sable del jefe del piquete relampagueó al mismo tiempo lívidamente... Un trueno seco, rotundo, seguido de varias explosiones tardías. Sintió lástima don Marcelo por la pobre humanidad al ver las formas grotescas que adopta en el momento de morir.

Al reconocer á las dos señoras, hubo un movimiento de respeto y curiosidad en la doble fila de mujeres arrodilladas, vestidas de negro y con la mantilla sobre los ojos. Dos viejas se levantaron ofreciéndolas su puesto en la fila. Doña Cristina hizo un signo de aprobación con la cabeza y abriendo su portamonedas dió una peseta á cada una de ellas.

Mas ella, en quanto su poder alcanza, Ya tiene tal al pueblo Numantino Que de esperar alguna buena andanza Le ha tomado las sendas y el camino; Mas del furor la rigurosa lanza, Y la influencia del contrario signo Le trata con tan aspera violencia, Que no es menester hambre ni dolencia.

Era el único signo exterior de religiosidad: ni alardes de fe ni entusiasmos provocadores. Eso quedaba para los pueblos donde flaquea la devoción y la verdad divina tropieza con enemigos.

«Vida mía le dijo en el tono más dulce del mundo , gracias mil por el consuelo que me has dado con tus palabras». Fortunata no sabía qué palabras eran aquellas que le habían consolado; pero lo mismo daba. Hizo un signo afirmativo, y adelante. «Porque estando conforme conmigo, no deseo más.

El criado inundó su pelo de brillantina y esencias, peinándolo en bucles sobre la frente y las sienes; después emprendió el arreglo del signo profesional: la sagrada coleta. Peinó con cierto respeto el largo mechón que coronaba el occipucio del maestro, lo trenzó, e interrumpiendo la operación, lo fijó con dos horquillas en lo alto de la cabeza, dejando su arreglo definitivo para más adelante.

Aquellos, grandes, azules, de mirada vaga, un poco alta, como lo es en medio del dolor la mirada de la esperanza; esta, pálida, caída por los extremos, con esa curvatura que indica el sufrimiento habitual y es el primer signo que estampa la agonía en los enfermos desahuciados y en los condenados a muerte.