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El peligro había pasado, pero era necesario sacar todo el partido posible de aquella victoria: hacíase indispensable meter mucho ruido, gran ruido, propagar el escándalo por todas partes para despertar la indignación y excitar los ánimos en contra del Gobierno y de la dinastía intrusa... Para ello, todas las señoras acudirían aquella tarde a la Castellana con las airosas mantillas españolas y las clásicas peinetas de teja, que eran ya señal convenida de valiente protesta; y a la noche siguiente, él, Butrón mismo, daría un gran baile en honra de Currita de puro carácter político, al cual podían ya darse por convidados todos los presentes... Las señoras lucirían todas, en la cabeza, la flor de lis, emblema de sus esperanzas; los caballeros, un lazo blanco y azul en el ojal del frac, colores propios y significativos de los desterrados Borbones.

Estas dos comedias mencionadas, y otras muchas obras de Calderón, demuestran, que, así como sabía dibujar sus personajes con rasgos significativos, é infundiéndoles una existencia particular, así sabía también disponerlos y juntarlos.

La juguetona Emilia fue muy desgraciada en su matrimonio. Núñez había salido un perdis. Ya lo sabía Fernanda, pero vagamente. En cartas no es fácil descender a ciertos significativos pormenores. Al principio muy bien, pero luego las malas compañías le habían echado a perder. Le dio por el juego primero, después por la bebida, últimamente por las mujeres. Esto último era lo que más sentía Emilia.

Tus procederes con la señorita de La Treillade son, por dicha mía, bastante significativos; así, pues, recibe mi enhorabuena. Tía, ¡cuantísimo siento tener que desengañar a usted! Cierto es que la señorita de La Treillade me interesa... porque, a pesar de su extremada juventud, es una excelente actriz... pero, con franqueza, nunca me casaré con ella.

Nostradamus confirma esta presunción al expresarse así, hablando del juglar Nouës: «Era buen cómico, y cantaba en los palacios de los grandes señores, andando á un lado y á otro, haciendo gestos significativos, moviendo su cuerpo, modulando diversamente su voz, y dando á conocer en todas sus acciones que era un verdadero cómicoAunque Nostradamus no merezca en todo crédito, parece verosímil que sea fiel intérprete de las tradiciones que se conservaban acerca de las costumbres de los cantores provenzales, pues á no ser así no se explican tales descripciones.

En aquella época no llevaban nombres puestos a la ventura, sino nombres significativos de sus más egregias cualidades, por donde sólo con mentarlas se puede colegir, lo que valían. Entonces no se llamaba Doña Sol una fea, ni Blanca una negra, ni Dolores una regocijada, ni Rosa la que olía mal o era áspera como cardo ajonjero.

Pero debe tenerse presente que los hechos sólo tienen valor estético cuando son reveladores, cuando hacen vibrar nuestro espíritu con la emoción de lo bello. El fenómeno por mismo no tiene valor alguno dentro del arte. Pero se me preguntará: ¿cuál es la diferencia entre los hechos significativos ó reveladores y los que no lo son? Confieso que no puedo responder á esta pregunta.

Así como lo temía, toda la noche soñé con patíbulos y verdugos: mas no dejaron de ser bastante curiosos y significativos mis sueños, por lo cual, aunque me cueste trabajo, voy a trasladarlos al papel. Soñé que me achacaban un gran crimen, y que ponían en seguimiento de mis pasos a toda la policía de Madrid.

Fundados en la tradición y ayudados de significativos vestigios, podemos señalar á los primitivos habitantes de las hoy llamadas islas Marianas, como procedentes de las razas japonesa y malaya.

Aun aquéllos, dotados de escasas facultades musicales, convendrán con nosotros seguramente, si conocen la harmonía seductora de los dramáticos meridionales que, bajo este aspecto, casi todos los dramas alemanes, hasta los de nuestros autores más famosos, parecen de niños de escuela cuando se comparan con el arte superior de los primeros. ¡Qué diferencia entre la agradable alternativa de los metros tan sonoros de aquéllos y la monotonía de éstos! ¡entre la animación y la ligereza de unos y la grosera pesadez de otros! ¡entre la diversidad de ritmos, enlazados, sin embargo, harmónicamente, la inagotable riqueza de colorido con que revisten á la expresión, su semejanza y uniformidad de sonidos tan significativos, semejantes al eco, y su combinación silábica, ya lenta, ya ligera, con esa monotonía insoportable, con esa locuacidad desprovista de cultura ática, sin fuerza ni realce, que atormenta los oídos en nuestros teatros!