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En medio de esa mesa de despacho, había un gran cuaderno abierto... Era Calendal, el nuevo poema de Federico Mistral, que verá la luz pública este año el día de Navidad. Hacía siete años que Mistral trabajaba en ese poema, y cerca de seis meses que escribió el último verso; sin embargo, todavía no se decide a separarse de él.

PITÓ, siete. Nombre común á la mayoría de lenguas malayo polinesianas, en donde lo vemos variando su primera consonante en h, f, ó p, y su última vocal en o, u, indiferentemente. Marquesano, tahitiano, hitu; sandwich, hiku; samoano, fitu.

Pero permítame usted que le pague su auxilio, ofreciéndole el mío para robar a esa mujer, y burlarnos de diez y siete siglos de guerras, de tratados, de privilegios, de fanatismo, de religión, de tiranía. Bien, amigo Gabriel; venga esa mano. ¡Viva lo imposible! El placer de acometerlo es el único placer real. Yo quisiera estar en los secretos de usted, milord. Lo estará usted.

Tanto los libros que fueron digitalizados hace treinta años como los de ahora se digitalizan en modo texto, mediante uso del ASCII original de siete bits. De esta manera los textos pueden ser leídos sin problema con cualquier computadora, plataforma y programa.

El sol, la constelación de Hércules adonde éste se dirige, los cien mil millones de millones de años que necesita para llegar á ella, los diez y siete millones de años que tardará en apagarse, dejando de calentar la vida de la tierra, todos los cálculos de este sabio, ¡miseria, pura miseria!

Podrá decir el Rey nuestro Señor por el suceso de estas galeras, lo que dijo la buena memoria del Emperador su padre por lo de la Previsa: «que donde no está su dueño, ahí está su dueloDisparando este día una pieza de artillería de lo alto del castillo á unas galeotas, reventó y hirió y mató siete ó ocho hombres. Erró muy poco de matar al Duque.

No ha sido más que ocho días, y lo que le he dado á nadie le hace daño: agua de siete pozos distintos con un poco de sangre de oreja de gato negro y unas cagarrutas de rata... ¡María Santísima del Carmen! exclamó Antonio llevándose la mano al estómago. ¿Y yo he bebido eso?... ¡Quitadme esos platos de delante! ¡Quitadme esas copas! ¡Dejadme reventar en cualquier rincón, como un triquitraque!

Entre estos dos grupos principales que ocupaban ambas cabeceras sentábanse el resto de los convidados: la señora de López Moreno, que redondeaba a la sazón su inmensa fortuna prestando al veinte por ciento; la marquesa de Valdivieso, que no atestiguaba ya sus sentencias con la autoridad de Paco Vélez, sino con la de Fermín Doblado; la condesa de Balzano, divorciada de su marido y en pleito con sus hijos; el duque de Bringas, declarado pródigo por los tribunales a instancias de su esposa; don Casimiro Pantojas, buscando siempre el paulot postfuturum de algún verbo griego; dos diputados novatos, cándidos provincianos todavía, a que la ilustre condesa, de acuerdo con el excelentísimo Martínez, tendía el anzuelo de sus banquetes para pescarlos en la oposición futura; el espiritual Pedro López, que pagaba su cubierto todos los viernes con algunas columnas de La Flor de Lis de prosa gelatinesca, y el marqués de Sabadell, que al notar las siete bajas habidas en el número de convidados, dirigía a Currita miradas impacientes, que hacían en la comprimida cólera de esta el efecto que el viento hace en el fuego, y parecían demostrar en ambos el pesar de ver frustrado en parte algún plan que proyectaban.

Forma una plaza de armas cercada con un muro fortalecido á trechos con siete torres, en que se advierten lastimosas ruinas, y reparaciones del tiempo de la reina D.ª Juana.

Comenzaba el calor a dejarse sentir. Estábamos a mediados de Junio. El sol, desde las cinco de la mañana, envolvía a la ínclita ciudad en una caricia viva y prolongada hasta las siete de la tarde, enmedio de un cielo puro y flamígero. La angostura y tortuosidad de las calles no nos preservaba enteramente de sus ardores.