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El espectador no sabe, no ve, de dónde arranca, ni en dónde concluye. En esa ignorancia misteriosa y trascendental, en esa ignorancia sublime con que la ASUNCION se apodera de nosotros, consiste el gran mérito de la pintura, á juzgar por lo que yo siento delante de ella.

¡Ay! señora, no me siento en peligro. ¡Cómo ay! Perdone usted, es el médico el que habla, no el amigo. Una vez casada, ¿usted continuará asistiéndola? ¿Es que hay que dejarla morir sin socorro? ¡Toma! ¿para qué la casamos, pues? No será para que sea eterna.

Ya os casaréis, y ya, cual dulce tórtola Que mató el lazo o cazador mortífero Que el alto nido derribó del álamo, Lleno de sangre dejaréis el tálamo. Salen JARIFA y CELINDO. JARIFA. ¿La voz, dices, de mi bien? CELIND. Digo que le llamar. ABIND. A Jarifa siento hablar Y a Celindo oigo también. Tiemblo, la sangre me acude Al corazón.

Lo que es que ni ropa, ni casa, ni pagar un triste catre, que mismo has desfondicao... ni . Más lo siento yo que . Y quiso prodigarle en besos lo que no podía en pesetas; mas ella se desprendió de sus brazos, diciendo desabridamente: Estos marranos de hombres creen que tener querida es tener guitarra, que se deja tocar sin que la den de comer.

Siento en el alma haber iniciado a Francisca en nuestras averiguaciones, puesto que esto contraría a usted respondí un poco confusa. Me he arrepentido en seguida de mi indiscreción, y... , hubiera preferido no ponerla al corriente de lo que hacemos murmuró la de Ribert un poco ensombrecida. Pero a lo hecho, pecho añadió con su sonrisa habitual.

Siento que no goce usted de esta hermosa noche. El tiempo me ha resultado agradable de este modo. ¿Ha dormido usted también? No... He estado repasando mis recuerdos. Me acordaba de nuestro viaje; cuando la traje a usted de Quimper a París.

Ve el puñal que está clavado en tierra, reconoce el arma favorita de su hermano y se alegra al llevársela, exclamando: No qué alborozo siento, Que de este puñal presumo Que han de resultar mis premios. Se nota que estas palabras aluden á la muerte futura de Don Pedro á manos de su hermano.

Hay cosas que nosotras no podemos decir; pero yo las digo, porque me siento destrozada interiormente. Ha llegado para el momento de dejar una ficción que me mata; yo no fingir.

EL CABALLERO Después de haber visto las luces de la muerte, no quiero ver otras luces, si debo ser de Ella.... Hace como cristiano. Y si he de vivir, quiero estar ciego hasta que nazca la luz del sol. ¡Amén! Mi corazón me anuncia algo, y no lo que me anuncia... Siento que un murciélago revolotea sobre mi cabeza, y el eco de mis pasos, en esta escalera oscura, me infunde miedo, Roja.

La proclama aquella, que es uno de los pocos escritos de Rosas, es un documento precioso que siento no tener a mano. Era un programa de su gobierno, sin disfraz, sin rodeos: el que no está conmigo es mi enemigo; tal era el axioma de política consagrado en ella. Se anuncia que va a correr sangre, y tan sólo promete no atentar contra las propiedades. ¡Ay de los que provoquen su cólera!