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¡Para servirlo!... ¿Y qué milagro?... ¿Solo?... ¿Qué lo trae por aquí?... Solo, , Ramona... ¿Y Anastasio?... Salió ayer, don Melchor, y no ha vuelto... quién sabe «ande esté». ¿Y usted está sola?... Sólita... así es. El muchacho anda por ahí... salió a recorrer... ¿Y no quiere «entrar adentro»?... aquí hay «resolana»... para usted.

Dios había hablado a Moisés entre relámpagos y truenos, cuando no se conocían aún los derechos del hombre y los deberes del padre, que tenía hijos y esposas, esclavos, asnos, bueyes y cabras para explotarios, matarlos o venderlos; había hablado como un patriarca judío, como el rey del egoísmo, estableciendo, en primer término, la obligación de amarlo a él sobre todas las cosas del mundo, que todavía deben ser abandonadas por los que quieran servirlo en toda regla, la más gravosa de todas las cargas que han pesado sobre la conciencia del hombre, el deber humano que ha producido más palos, tormentos y matanzas, más lágrimas y sufrimientos, más miseria y más imbecilidad consuetudinaria.

Al momento de servirlo, se cogerá una raja de naranja de las mayores, se introduce en ella el mango de la cocotera y se sirve en fuente de metal con servilleta debajo. HUEVOS A LA TURCA. En una sartén con manteca se fríen ajos, cebollas, tomates y pimientos; cuando todo está frito se echan los huevos, friéndolos en la manteca que sobresale; bien sazonados de sal, se sirven.

Se coloca el plato en el horno a fuego moderado; diez y ocho o veinte minutos bastan. Servirlo en el mismo plato.

Al tiempo de servirlo añádasele un poquito de caldo. LENGUADO A LA RUSA. Se limpian los lenguados, despojándolos de la piel negra, se salan y colocan en la misma vasija en que han de servirse a la mesa.

HELADO ARLEQUÍN. Si es para queso helado se pone una mitad del molde lleno de helado de fresa, y encima la otra mitad de mantecado; se tapa, se cubre de hielo todo, durante dos horas, y se saca con cuidado en el mismo momento de servirlo. Si se sirve, no como queso, sino en vasitos, se tienen los dos helados en sus respectivas heladoras, y se coloca mitad de cada uno, a lo largo.

Una tortilla costaba un real; una sardina, cinco céntimos; una ensalada, otros cinco; un plato de legumbres, 15...; un bifteck con patatas, dos reales. Cuando algún parroquiano pedía este plato inusitado, el mozo dudaba antes de servirlo, o murmuraba suspicaz: Este pájaro «está en dinero». Debe de haber cometido alguna estafa...

Se fríen unas rajitas finas de cebolla y se agregan al pescado con un poquito de aceite; pónganse unas variantes picadas, perejil y alcaparras también picadas y un poquito de mantequilla; téngase al horno quince minutos, rociándolo con limón al tiempo de servirlo, y, si estuviese seco, añádase caldo.

Se escurre un cuarto de hora antes de servirlo; se le descose la boca; se pone sobre una tabla cubierta con una servilleta; se guarnecen las partes defectuosas con perejil en rama, y se sirve, sea con una salsa blanca de alcaparras o anchoas en la salsera o simplemente con aceite y vinagre.

Y como Max Platel constituye el atractivo de la playa, por el momento a lo menos, sería preciso ser muy ignorante o muy culpable para no servirlo con el , los muffins y los bombones a la violeta. ¿Por qué esa correlación? preguntó Alicia de Blandieres. ¿Acaso Max Platel es un literato a la violeta? ¿Max Platel?... es un amigo excelente interrumpió María Teresa.