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Mi padre había adivinado la causa de la muerte de mi madre. ¡El rey no me negará la gracia de que entre en la servidumbre y bajo el amparo de la reina... ó no hay Dios en los cielos

Desde ayer me devano los sesos tratando de averiguarlo; no es Doña Constanza doncella que oculte sus amores, si los tiene, y por consiguiente el galán debe sernos conocido. Pero ¿á quién ve y habla ella, además de sus padres, sus dos amigas y la servidumbre del castillo?

La voz calló, los pasos se alejaron, rechinó la puerta, y luego todo volvió al silencio anterior. Instantáneamente la duquesa se lanzó fuera del dormitorio y de la recámara de la reina, entró en la cámara donde poco antes había estado hablando con el rey y corrió á una campanilla y la agitó con violencia. Entró una de las doncellas de la servidumbre.

Al abrirse la puerta se oyó a lo lejos el ruido de la servidumbre en la cocina; carcajadas y el run, run de una guitarra tañida con timidez y cierto respeto a los amos; este rumor se mezclaba con otro más apagado, el que venía de la huerta, atravesaba los cristales de la estufa y llegaba al salón como murmullo de un barrio populoso lejano.

3 Y Moisés dijo al pueblo: Tened memoria de este día, en el cual habéis salido de Egipto, de la casa de servidumbre; pues el SE

Y sucedía lo que puede darse como regla segura en tales casos, que la preferida y amada de la señora era profundamente antipática a la servidumbre.

A pesar de su austeridad, tan probada y acendrada durante veinte años, sintió que en el fondo de su pecho pugnaba por salir y le retozaba la risa al notar tanta juvenil desvergüenza; pero al fin triunfó la condición austera de la egregia dama, y despidió al mancebo, diciéndole: Está bien, niño; pero mejor estaría si tu maestro o tu ayo te hubiera enseñado menos retórica y más comedimiento y circunspección para no faltar al respeto que a una ilustre dama se debe, y que se debe también a su casa y a su servidumbre.

El pobre estudiante, desde que volvió de San Diego para rescatar de la servidumbre á Julî, su prometida, había vuelto á sus libros, pasando el tiempo en el hospital, estudiando ó cuidando á Capitan Tiago, cuya enfermedad trataba de combatir.

Ebrios por el vino enloquecedor de la suerte, los dueños de tanta riqueza, no habían querido crear industrias nuevas, que fuesen libres de la servidumbre de la mina. Las luchas industriales con sus complicaciones y riesgos, no les tentaban, acostumbrados á las fáciles y seguras ganancias de un país donde sólo hay que arrancar los pedruscos del suelo para enriquecerse.

Tuvo su aumento, cuando las armas de Alejandro pasaron más allá del Ganges, y los límites y fines inmensos de la misma naturaleza no lo fueron de su ambicion. Fué su muerte, cuando las armas de los Bárbaros, por flojedad de sus Príncipes, y poca fidelidad de sus Capitanes, le pusieron en dura servidumbre.