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Los jorobados, los bonzos, los asentistas, y las ojinegras inficionáron de mal- contentos el reyno entero. El descontento universal animó á los pueblos salvages que viven al norte de Serendib á invadir los estados del buen Nabuzan.

Estaba prohibido por una antigua ley de Serendib, que se enamoraran de una de las mugeres que llamáron luego los Griegos BOOPES; y hacia mas de cinco mil años que habia promulgado esta ley el sumo bonzo, por apropiarse para la dama del primer rey de la isla de Serendib; de suerte que el anatema de los ojos azules se habia hecho ley fundamental del estado.

Pero es fuerza que sirva á mis bienhechores. Así dixo, lloró, y se partió. A poco tiempo de haber aportado á la isla de Serendib, era tenido por hombre muy superior. Escogiéronle los negociantes por su árbitro, los sabios por su amigo, y el corto número de aquellos que piden consejo por su consejero.

No es empero mi corazon tan afortunado, porque tengo sobrada experiencia de que el halagado es el rey de Serendib, y que hacen poquisimo aprecio de Nabuzan. No por eso digo que sean infieles mis mugeres, puesto que quisiera encontrar una que me quisiera por propio, y diera por ella las cien beldades que poseo. Decidme si en mis cien sultanas hay una que de veras me quiera.

Con todo no se podia zafar de los halagos de su magestad, porque debemos confesar que era uno de los mas cumplidos príncipes del Asia Nabuzan, rey de Serendib, hijo de Nuzanah, hijo de Nabuzan, hijo de Sambusna; y era difícil que á quien le trataba, de cerca no le prendase. Sin cesar elogiaban, engañaban y robaban á este buen príncipe; y cada qual metia la mano como á porfía en el erario.

En Persia hubieran empalado á los sesenta y tres magnates; en otros paises, hubieran nombrado un juzgado, que hubiera consumido en costas el triplo del dinero robado, y no hubiera puesto un maravedí en las arcas reales; en otros, se hubieran justificado plenamente, y hubiera caido de la gracia el ágil baylirin: en Serendib fuéron condenados á aumentar el fisco, porque era Nabuzan muy elemente.

Asustado Zadig, que habia puesto en auge los asuntos de su amigo, y enviádole su dinero, no pensó mas que en partirse de la isla, y en ir á saber en persona noticias de Astarte; porque si permanezco en Serendib, decia, me harán empalar los bonzos. ¿Pero adonde iré? en Egipto seré esclavo, en Arabia segun las apariencias quemado, y ahorcado en Babilonia.

Los antiguos griegos y romanos la llamaron Trapobana, Lanca los indios, los árabes Serendib, y por último se llamó Ceilán. En sus Costas habían fundado los portugueses varios fuertes y factorías, desde donde procuraban dominar toda la isla. Reinaba en ella, sobre la raza indómita y guerrera de los singaleses, un rey tan valiente como astuto llamado Rayasinga.

Yo no gusto de cosas sobrenaturales, dixo Zadig, ni he podido nunca llevar en paciencia ni los hombres que hacen milagros, ni los libros que los mentan: y si quiere vuestra magestad permitir que haga la prueba, quedará convencido de que mi secreto es tan fácil como sencillo. Mas se pasmó Nabuzan, rey de Serendib, al oir que era sencillo el secreto, que si le hubiera dicho que era milagroso.

El principal ministro de hacienda de la isla de Serendib daba este precioso exemplo, y todos los subalternos le imitaban con fervor. El rey, que lo sabia, habia mudado varias veces de ministro, pero nunca habia podido mudar el estilo admitido de dividir las rentas reales en dos partes desiguales; la mas pequeña para su magestad, y la mayor para sus administradores.