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Recuerdo que las verdes orillas del Ródano me encantaron tambien, y casi me hicieron adivinar la nocion de un país árabe. Allí están el hogar, la casa, el rescoldo, la cuna y el sepulcro de los que viven y mueren en un mismo palmo de tierra.

Los escombros de su propiedad le servirían de sepulcro. Y la certidumbre de la muerte en las tinieblas, como un roedor que ve obstruídos los orificios de su madriguera, comenzó á hacerle intolerable este refugio. Arriba continuaba la tempestad. Un trueno pareció estallar sobre su cabeza, y á continuación el estrépito de un derrumbamiento. Un nuevo proyectil había caído sobre el edificio.

Dios quiere por estos medios, probar la fortaleza del hombre; y el premio de la constancia no siempre se hace esperar todo en la otra vida. Que si esto sucede una que otra vez, ¿es acaso lijera recompensa el descender al sepulcro con el alma tranquila, sin remordimiento, y con el corazon embriagado de esperanza?

Todo terminó con una placa de bronce heroico sobre su sepulcro, dedicada por sus amigos, con unas líneas laudatorias, resistentes a las lluvias, al sol y a la acción corrosiva del tiempo, que al fin acabará con ellas.

Las cartas escritas por Vérod a la Condesa, dos o tres por todo, nada decían de notable: expresaban solamente la gratitud del joven por la visita al sepulcro de su hermana, y el deseó y la esperanza de verla de nuevo.

Salvador notó que la dama se agarraba más fuertemente a su brazo. Al sentir los puntiagudos dedos de esqueleto y el roce de los viejos tafetanes del vestido, así como el de las pieles impregnadas de olor de sepulcro, sintió que era una verdad aquel frío glacial de que la dama hablaba. Hace mucho frío, señora. Y las calles están muy solitarias.

Porque la luna jamás resplandece sin traerme recuerdos de la bella Annabel Lee; y cuando las estrellas se levantan, creo ver brillar los ojos de la bella Annabel Lee; y así paso largas noches tendido al lado de mi querida, mi querida, mi vida y mi compañera, que está acostada en su sepulcro más allá de la mar, en su tumba, al borde de la mar quejumbrosa.

El Rey le nombró de su Consejo de Estado Embajador y para acompañar a la reina D.ª Mariana de Austria que venía a casarse con el rey. Desempeñó la comisión de conducir el cadáver del Príncipe D. Baltasar al sepulcro del Escorial, con la mayor magnificencia. El mismo Rey le dio el nombramiento de Capitán general de Aragón.

Frontero al sitio en que imaginamos hallarnos, y en la otra banda del Guadalquivir, junto á su orilla, plantada de alamos blancos y de verdes cañaverales, veíase la Cartuja de Santa María de las Cuevas, rodeada por un espeso bosque de naranjos y de olivos, y en los últimos términos, la fundación insigne de San Isidoro del Campo, sepulcro del héroe de Tarifa, el monasterio de San Jerónimo y la robusta atalaya, erigida por los Guzmanes en el lugar de la Algaba, ya casi envuelta en las nieblas azuladas del horizonte.

Agradeció el rey D. Alonso el gran servicio que le habia prestado el señor de Montemayor, y le autorizó para que añadiese á sus armas la divisa de la banda entre bocas de dragantes, que es la misma que has visto esculpida en el sepulcro de su hijo el señor de Alcaudete en la famosa capilla antigua de S. Pedro de la catedral.