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¡Ay, divina Madre de Dios! exclamó la Nela, echándose atrás las guedejas que le caían sobre la frente . A , que tengo ojos, me parece lo mismo. Voy a pedirle a mi padre que te deje vivir en mi casa, para que no te separes de . Bien, bien dijo María batiendo palmas otra vez. Y diciéndolo, se adelantó saltando algunos pasos y recogiendo con extrema gracia sus faldas, empezó a bailar.

Yo no soy esclava de la autoridad de doña María como lo eres ; aquella casa no es la mía; mi casa es esta. Asunción, querida amiga y hermana mía, nos separamos hoy quizás para siempre. No te separes de exclamó Asunción abrazando a su amiga y besándola con ardiente cariño . Si te separas, no qué será de . Recuerda lo que hice anoche... Inés, no me dejes.

El gobierno ha dispuesto que salga una expedición para desembarcar en Cartagena y socorrer a las partidas de Castilla. Me han designado para formar parte de ella. Pobre soldado, tengo que obedecer. ¿Cuándo nos volveremos a ver? Nunca. No te separes de esta noche. Salgamos de aquí, y te llevaré al lado de la condesa, tu prima. ¡No, a casa, a casa!

La joven hizo un movimiento de sorpresa, alejándose de él. No te separes, no me temas. Ni yo soy un hombre, ni eres ya una mujer. Has sufrido mucho, has dicho adiós a las alegrías de la tierra, eres fuerte por el infortunio y puedes mirar cara a cara a la verdad. Somos dos náufragos de la vida: sólo nos resta esperar y morir en el islote que nos sirve de refugio.

Estoy contenta con que no me separes de ti. Nunca ya. Vivirás conmigo siempre, porque eres mi hija. Duerme, mi vida. ¡Otra vez la oscuridad!... ¡Ya vuelve! ¡

Irían juntas a la calle de Mira el Río, porque Jacinta tenía un interés particular en socorrer a la familia de aquel pasmarote que hace las suscriciones. «Ya le contaré a usted; tenemos que hablar largo». Ambas estuvieron de cuchicheo un buen cuarto de hora, hasta que vieron aparecer a Barbarita. «Hija, por Dios, ve allá. Hace un rato que te está llamando. No te separes de él.

que estoy condenada, pero yo le quiero a usted... ¡Te quiero! ¡te quiero más que a mi salvación!... Llévame adonde se te antoje, pero no me separes de ti... Déjame ser tu sierva... Déjame besar el suelo que pisas... Cayó de rodillas delante de su consejero, con el rostro entre las manos. Al través de sus dedos flacos se notaba el vivo carmín de que estaba cubierto.

No te separes de nosotros, hijo mío; quédate al lado de tus amigos, de tus hermanas y de tu anciana madre, a quien tal vez no encontrarás a tu regreso. No vayas a consumir por un vano anhelo de gloria, o abreviar con sinsabores y sufrimientos de todo género los días de existencia que con tanta rapidez se deslizan. La vida, hijo mío, es una gran cosa, y el sol de Bretaña es muy hermoso.

Pronto será hora de comer. , vamos, comerás conmigo, y esta tarde saldremos otra vez. Dame la mano, no quiero que te separes de . Cuando llegaron a la casa, D. Francisco Penáguilas estaba en el patio, acompañado de dos caballeros. Marianela reconoció al ingeniero de las minas y al individuo que se había extraviado en la Terrible la noche anterior.

Aquí estoy, mamá, no alborote, aquí estoy contestó por último Judit, haciendo lo posible por soltar la mano de su galán, que retenía con fuerza para que no se marchara. No te muevas de acá, bribona; no te me separes. Ven también, Raquel. ¡Ay, Jesús! ¡bien me decía tu padre!