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Eso es imposible, Stein; lo repito, ¡es imposible! exclamó el duque, levantándose en un estado de agitación que crecía por momentos . Nada puede haber en el mundo que os obligue a abandonar vuestra mujer, a separaros de vuestros amigos, a desertar de vuestro empleo y a dejar plantada vuestra clientela, como podría hacerlo un tarambana. ¿Tenéis ambición? ¿Os han prometido mayores ventajas en América?

Hasta ahora la inteligencia la llevabais forzosamente en la cabeza, sin poder separaros de ella. Pues bien; de aquí en adelante, el que quiera podrá dejarla guardada en casa para volverla a sacar cuando le plazca. Dicho esto, el buen Dios sonrió en su bella barba blanca y despidió a sus hijos, que partieron contentos.

¿Y por qué? ¿Acaso vos, señor, no habéis querido perderme? Debí separaros de la servidumbre del príncipe y os separé; pero no os prendí como pudiera haberlo hecho; ni os desterré, ni aun siquiera os envié á nuestro ejército de Italia. Y habéis hecho muy bien, porque os conviene tenerme por amigo. ¿Que me conviene?

Por medio de una querella, de una riña, de una explicación, cuenta con arrojar la cizaña entre vosotros, apoderarse de Herminia y ... ¿quién sabe? ¡acaso separaros para siempre! ¿Es serio lo que usted habla? ¿Sospecha usted de la señorita Guichard? Y , ¿sospechas de tu mujer? replicó con energía Roussel.

Quevedo, que había aprovechado aquella ocasión y había sido cruel con Montiño solamente por apartar un peligro de la reina, contestó: ¿Qué debéis hacer? separaros de Luisa. Decís bien. No os faltarán mujeres. Decís bien. Pero de repente, en una reacción del sentimiento, exclamó: ¡Y lo que nazca! Podéis contar que no es vuestro. La separaré de . Haréis bien. La enviaré á Navalcarnero.

¡Había que ser verdaderamente maligno para adivinar que Clementina os preparaba esta emboscada! Hijos míos, la situación es grave. Juzgad por lo que acaba de hacer como principio de juego, de lo que es capaz si no consigue enseguida separaros.... ¡Separarnos! Y al decir esto formaron tan hermoso conjunto, que Roussel no pudo menos de sonreir. ¡Vamos! He aquí una unanimidad tranquilizadora!

Pero ahora nunca os quedaréis solo, papá repuso Eppie con ternura . Aarón me dijo: «Jamás se me ocurrirá, Eppie, la idea de separaros de maese Marner». Y yo le respondí: «Sería inútil que pensarais en eso, Aarón». Quiere que vivamos juntos, a fin de que no tengáis que seguir trabajando, papá, a menos que sea por vuestro gusto. Será para vos un hijo, son sus propias palabras.

Bien: esto me da ocasión para encerraros en un convento y matar á ese hombre. Al separaros de ... ruidosamente, perderéis la administración de mis bienes. Púsose pálido el conde. Si me servís continuó la condesa os pagaré bien. ¿Meditáis bien lo que decís? dijo aturdido el conde, porque la amenaza de perder la administración de los bienes de su mujer le había aterrado.