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Nos separaba apenas medio tiro de escopeta cuando mi perro movió una perdiz. Estaba él a mi izquierda y la pieza voló hacia él. ¡Ahí le va, señor! le grité. En el breve tiempo que empleó en echarse la escopeta a la cara pude advertir que nos miró y apreció si el doctor y yo estábamos bastante cerca para tirar, y sólo luego de convencerse que era pieza perdida si él no tiraba apuntó y disparó.

Mi amada tuvo entonces una recrudescencia de entusiasmo hacia y tuve que consolarla de las traiciones de que yo mismo era cómplice. Pero mi nuevo capricho era demasiado imperioso para que yo pudiera engañar por mucho tiempo á Lea. Todos los días me separaba más de ella; hasta que resolví jugar el todo por el todo para recobrar mi libertad.

El sendero tan pronto se acercaba a la torrentera, llena de malezas y de troncos podridos de árboles, como se separaba de ella. Los soldados caían en este terreno resbaladizo. A cierta altura, el torrente era ya un precipicio, por cuyo fondo, lleno de matorrales, se precipitaba el agua brillante. Mientras marchaban Martín y Briones a caballo, fueron hablando amistosamente.

Pero cuando más oprimido sentía el corazón, por la conciencia de la distancia que lo separaba de ella, vio de improviso, que sin que las manos de la pianista interrumpieran la ejecución del Largo de Bach, que tocaba, la púrpura de sus mejillas palideció, la maravillosa pureza de las líneas de su rostro se alteró, se disolvió.

El padre Ambrosio había sido atacado de una congestión cerebral, y el médico que le asistía lo participaba a Amparo. Entonces comprendí por qué Amparo había salido de casa con tal precipitación. Yo salí del mismo modo, y recorrí en algunos minutos la distancia que separaba mi casa de la del exclaustrado.

He de confesarle, Antoñita, que sentí un impulso de cólera al ver que aquel hombre, que mientras vivió su hija no se separaba de ella, me la disputaba ahora hasta en el sepulcro. »Me apoyó en un ciprés y resolví aguardar a que él se hubiese marchado.

Vi que, como quien no quiere la cosa, se iba acercando al sitio donde yo estaba; y vi que se llevaba las dos manos al pelo y se daba unos toquecitos nerviosos para arreglárselo; y vi que cogía una silla y la separaba para sentarse; y vi que apoyaba su mano en la contigua... Y no quise ver más. Fui allá y me senté resueltamente a su lado.

Se aprendían demasiadas cosas, se llegaba lentamente á la comprensión de importantes misterios. El agente quedaba prisionero de sus funciones: era un emparedado, y con cada acto nuevo añadía una nueva piedra al muro que le separaba de la libertad.

De tarde en tarde recibía de lejos un impulso que me obligaba a considerar aquellos éxitos menos desdeñables. Desde el día que nos separamos, Agustín no me había olvidado. En cuanto lo permitía la distancia que nos separaba continuaba procurándome las enseñanzas que habían comenzado en Trembles.

Se contaba en Lancia con gran lujo de pormenores el viaje que por consejo de un canónigo hizo don Pedro con su esposa para inspirarla confianza y acortar, entre las peripecias del camino y la descomodidad de las posadas, la distancia moral y material que los separaba.