United States or Belarus ? Vote for the TOP Country of the Week !


Creíase generalmente que su alegría estaba de más, y que después de haber sido, hacía tan poco tiempo, con razón o sin ella, la causa de la muerte de un hombre, debía sentir, o, cuando menos, aparentar alguna tristeza. Pero el corazón de una mujer tiene secretos impenetrables.

¡Estás loco! exclamó Sánchez Morueta riendo. Por eso te ponen esa fama de hombre que tiene cosas. Si te tomase en serio, habría para sentir horror por lo que dices. Aresti se encogió de hombros. Pero ven acá, mediquillo chiflado continuó el millonario. Reconozco que esa gente es tan nociva y tan peligrosa como dices.

Así y todo, vivía en Inglaterra lo bastante bien para sentir que los riesgos por aquella parte se acabaran.

Tendía sus manos al sol, volvía el rostro para sentir el calor en ambos lados, y al fin se despojó del impermeable y lo abandonó en la baranda, prefiriendo a la tibieza de su envoltura los rayos directos del astro. Deje que me caliente un poco. No me mire así.

No tarda en notarse la solemne alternativa, la vuelta invariable de la misma nota, fuerte y profunda, que corre más y más, y brama. Es menos regular que la oscilación del péndulo que nos señala las horas de nuestra existencia: empero aquí el balancín no tiene la monotonía de las cosas mecánicas; se siente, créese sentir la vibrante entonación de la vida.

Creí que toda beldad perecedera, que toda bondad de las criaturas, que toda gracia, que toda luz, no sería a mis ojos sino reflejo débil y frío de la beldad, de la bondad, de la gracia y de la luz eternas, cuyos fulgores imaginaba entrever, en cuyas llamas me complacía en sentir ardiendo mi corazón. ¡Cómo me adulaba el espíritu tentador a fin de hacerme caer! ¡Cuán astutamente me engañaba! ¡Cuán ciega confianza fue la mía al principio!

Tengo un recuerdo confuso de una noche en que bebí demasiado, en que me escité demasiado, en que ardía mi cabeza, en que me parecía sentir dentro de ella un vacío doloroso. Recuerdo que entonces tenía yo veinte y cuatro años; que era desgraciado, porque la vida era para monótona, porque me había hastiado de todo.

Al salir de su fementido lecho, la transición del calor al frío le hizo sentir en las entrañas dolorcillos como si se las royese poquito a poco un ratón. Púsose pálida, y le ocurrió la terrible idea de que llegaba la hora. Volviose al lecho, creyendo que allí se calentaría: cerró los ojos y no quiso pensar.

Había momentos en que le daban ganas de echarlo todo a rodar, declarándose vencido y confesando que la casa Garcitola y su quiebra eran pura embustería. Al mismo tiempo, y esto que era grave, cuanto más dueño se hacía de Cristeta, más se asombraba de no sentir amagos de hastío: indudablemente el amor de aquella mujer era un bebedizo que en vez de calmar la sed, la producía y excitaba.

Amparo había desaparecido; la fascinación había cesado, y volví a sentir la vida real. A mi vez me retiré en silencio y me acosté. Me acosté para apurar una horrible noche de fiebre y delirio. ¿Por qué había yo encontrado seis años antes, sola en medio de la noche, recogiendo trapos a aquella niña? ¿Por qué me había causado compasión su miseria?