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Para soñar, para sentir, para imaginarse tiempos remotos, a su manera; para pensar a sus anchas, en la soledad, libre de Lobato, y Nepo y Sebastián, en los Reyes que habían sido, y en los que eran, y en los que habían de ser.

Cuando en un prado hay muchas flores es porque allá... en tiempos de atrás, enterraron en él muchos difuntos. No, no replicó Pablo con seriedad . No creas desatinos. Nuestra religión nos enseña que el espíritu se separa de la carne y que la vida mortal se acaba. Lo que se entierra, Nela, no es más que un despojo, un barro inservible que no puede pensar, ni sentir, ni tampoco ver.

Y esto lo he pensado, Muñoz, no solamente ahora, sino hasta cuando ella se moría por usted. Nunca me pareció que se moría por , repuso Muñoz. Al contrario, Charito, ni cuando decía quererme. ¡Porque ella todo lo calcula! Y en su afán de rarezas, hasta suele disimular su cariño, ese cariño que ella empieza a sentir por cualquiera, pero que se le va con la misma facilidad.

El amor platónico es la falsa resignación de los que no pueden besarse. Cuando una mujer y un hombre se han devorado a caricias, ya no hay platonismo posible. ¿Volver a las andadas? ¿Para qué? ¿Para cansarse al cabo de un par de meses, sentir el mismo hastío de la vez primera, y portarse de nuevo como un charrán?

Y con todo, aun así, más suele aplaudirse que vituperarse este modo de sentir y de pensar. Yo no soy español, por ejemplo, porque lo he querido, sino porque el cielo ha dispuesto que lo sea, y, sin embargo, no pocas personas celebran y muchas disculpan el elevado concepto que tengo yo de los españoles.

Me he esforzado, sin presumir haberlo conseguido, en presentar un tipo que personificara el carácter de nuestros gauchos, concentrando el modo de ser, de sentir, de pensar y de expresarse, que les es peculiar, dotándolo con todos los juegos de su imaginación llena de imágenes y de colorido, con todos los arranques de su altivez, inmoderados hasta el crimen, y con todos los impulsos y arrebatos, hijos de una naturaleza que la educación no ha pulido y suavizado.

El joven, pues, le dijo tomándola afectuosamente las manos y atrayéndola hacia su pecho hasta sentir latir su corazón: Vaya, vaya, querida hija mía, ¿quieres secar esas lágrimas y responderme cuerda y razonablemente? ¿No estoy aquí yo, tu protector, tu marido? Cuéntamelo todo en detalle. ¿Qué quieres que te diga, Raúl? Tu madre me ha echado. ¡Echarte!

En medio de las preocupaciones, de los errores, de los extravíos de la mísera humanidad, descuella esa fuerza, esa actividad admirable, con la cual el espíritu se lanza fuera de propio, conoce lo que no puede ver, y presiente un nuevo mundo que ha de sentir un dia.

Alguna otra vez había pasado la Regenta por allí a tales horas, pero en esta ocasión, con una especie de doble vista, creía ver, sentir allí, en aquel montón de ropa sucia, en el mismo olor picante de la chusma, en la algazara de aquellas turbas, una forma de placer del amor; del amor que era por lo visto una necesidad universal.

Los más acertados, en nuestro sentir, fueron aquellos que, prescindiendo de la epopeya grande y completa, donde todo se quiere explicar o representar, redujeron la poesía épica a menores proporciones, y eligieron por héroes y asuntos de la narración, no lo fundamental, sino lo derivado del fundamento; no el misterio religioso y dogmático, sino algún prodigio que realza el misterio; no la religión o el mito, sino la leyenda o el cuento.