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Sin duda alguna, le temía al Ceco. Y ciertamente que tenía razón de temerle exclamó fray Antonio, con sus obscuros ojos brillantes, vueltos hacia los míos en medio de la semiobscuridad. El Ceco no es un individuo fácil de manejar. Pero ¿con qué fin ha ido a Londres? le pregunté. ¿Acaso ha ido con malas intenciones?

El más madrugador, saliendo en la semiobscuridad del crepúsculo, percibiría una vaga figura de pie en el lugar consagrado á expiar los crímenes y delitos; y casi fuera de juicio, movido de susto y de curiosidad, iría llamando de puerta en puerta á todo el pueblo para que viniese á contemplar el espectro, pues así se lo figuraría, de algún difunto criminal.

Sus grandes nadaderas picaban venenosamente. El cuerpo, pesado, con fajas y manchas sombrías, estaba cubierto de apéndices singulares en forma de hojas y tomaba fácilmente el color del fondo. En la semiobscuridad parecía una piedra cubierta de plantas. Con este mimetismo se libraba de los enemigos, espiando mejor á su presa.

Sola, tendría miedo aquí dice, volviéndose hacia él y mostrando con el dedo la puerta del despacho, cuya madera reluce con brillo misterioso en medio de la semiobscuridad. La joven aparta los dedos y tiembla. ¿Nunca te ha dicho nada? susurra al cabo de un instante inclinándose hacia su oído. El menea la cabeza.

A pesar de la semiobscuridad del templo, llamó la atención del último un bulto que se recataba tras las columnas de la vasta nave. De pronto, la misteriosa sombra se dirigió con pisada cautelosa hacia el escabel del virrey; y acogotando a éste con la mano izquierda, lo arrojó al suelo, a la vez que en su derecha relucía un puñal.

ARTURO DIMMESDALE partió el primero, adelantándose á Ester y á Perla, y ya á cierta distancia dirigió una mirada hacia atrás, como si esperara descubrir tan sólo algunos rasgos débiles ó los contornos de la madre y de la niña desvaneciéndose lentamente en la semiobscuridad de la selva. Acontecimiento de tal importancia en su existencia, no podía concebir que fuese real.

Un segundo empujón, y una de las tablas se partió por en medio; por la rendija, un rayo de luz se filtró en la semiobscuridad del corredor. Déjeme mirar por allí dijo el doctor, el cual, esperando lo peor, había recuperado su serenidad y su sangre fría. Hellinger arrancó algunas astillas de madera, de manera que, por la abertura, se pudiera ver todo el cuarto.

En pocas palabras le expliqué lo sucedido, y él me escuchó en silencio. Luego que hube terminado, murmuró algo, se persignó, y, como nos despertaron los pasos que se aproximaban del sacristán, salimos afuera y nos dirigimos hacia la ancha plaza, que ya estaba envuelta en una semiobscuridad.

No hallaban á su paso más alumbrado que el muy escaso de tal cual farol de aceite colgado en una esquina ó á la entrada de las casas principales de la ciudad; pero ni la semiobscuridad ni la lluvia impedían que las calles siguiesen casi tan concurridas como en pleno día. Los transeuntes pertenecían á todas las clases de aquella rica y por entonces bélica ciudad.

En medio de aquella silenciosa semiobscuridad sentí caer sobre mis hombros un frío helado, sepulcral. El suave perfume del incienso parecía aumentar, con ese ambiente de increíble magnificencia, de melancólica soledad encantada, de opulencia extrañamente desproporcionada con la pobreza y suciedad que reinaba en la plaza exterior.