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Su padre lo había confiado a un profesor del Seminario. ¿Sabía don Jaime dónde era el Seminario?... Hablaba el pequeño payés de él como de un remoto lugar de tortura. Ni árboles, ni libertad, ni aire apenas: la vida no era posible en aquel encierro.

La Sala Capitular, llamada así por ser un local destinado para celebrar sus reuniones el Capítulo general, es un paralelógramo bastante espacioso y cómodo con su techado de bóveda: está situado en la calle del Seminario en la acera opuesta al teatro y frente al lienzo de pared que mira al norte de la Iglesia de Santiago: a la izquierda entrando tiene un altar dedicado a la Inmaculada Concepción, patrona de la corporación, y en el segundo cuerpo Santa Emerenciana, patrona de la ciudad.

Pero esta calma era precursora de la tempestad. Una mañana, díjole monseñor: El Rey está muy enojado contra ti; ignoro por qué causa. Creo adivinarla repuso el joven. Pues yo no quiero saberla. Su Majestad, no obstante, te perdona; pero exige que dentro de dos días ingreses en el Seminario. ¿Yo, tío?... El Rey lo ordena, y contra él, en todo caso, tendrías que protestar.

A la mano derecha deste seminario andante estaba un grande edificio, a manera de templo sin altar, y en medio dél, una pila grande de piedra, llena de libros de caballerías y novelas , y alrededor, muchos muchachos de diez a diez y siete años y algunas doncelluelas de la misma edad, y cada uno y cada una con su padrino al lado, y don Cleofás le preguntó a su compañero que le dijese qué era esto, que todo le parecía que lo iba soñando.

Yo podría vivir en una buhardilla o ser huésped de una familia cristiana; pero tengo los libros, que son mi familia, y pago un cuarto de ocho duros para que estén bien alojados. No tengo sillas, no tengo cama, no enciendo luz, duermo en el suelo sobre un jergón; pero las obras están en sus estantes, hermosas y limpias como puedan estar las de un seminario o un obispado.

Capítulo VI. Continuación de los ex-conventos. El Seminario. La Sala Capitular.

Quiero decir, en lenguaje vulgar, que al salir a la calle recordé que don Telesforo Rodríguez, el profesor del Seminario, me ha pedido un libro que hace tiempo te presté: Nicolai Garciae; tractatus de beneficiis. ¿Lo has leído ya? ¿Puedo llevármelo? Porque si no lo has leído todavía, no me lo llevo. has de sacar más provecho que don Telesforo, seguramente.

Froilán de Villoria desarmó y apaleó sin piedad á Pin de Boroñes, sobrino del cura del Condado, á quien su tío estaba enseñando latín para enviarlo al seminario de Oviedo y ordenarlo in sacris por la carrera abreviada. Antes que el obispo lo consagrase, Froilán logró hacerle un buen chichón en la corona. Pero más que todos éstos se distinguió en aquella jornada memorable Tanasio de Entralgo.

El seminario ó cónclave de niños era para los hijos y descendientes de los libertos de la catedral, y para todos los demas niños oblatos ú ofrecidos por sus padres al servicio de la iglesia.

Conque derechos a Inhiesta, y me traéis aquí al fugitivo; yo le tendré a buen recaudo los pocos días que restan hasta que comience el curso en el Seminario. Y, cuidado, Apolonio; nada de amonestaciones ni reprimendas. Eso me toca a . Andando, antes que los fugitivos tomen el tren que pasa mañana por Inhiesta. Partió la cuadrilla, como dispuso la duquesa. Llovía, llovía.