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En varias novelas de malos y de buenos autores había visto Isidora caprichos semejantes, y también en una célebre zarzuela y en una ópera.

Aquí pinta el autor todas las circunstancias de la casa de don Diego, pintándonos en ellas lo que contiene una casa de un caballero labrador y rico; pero al traductor desta historia le pareció pasar estas y otras semejantes menudencias en silencio, porque no venían bien con el propósito principal de la historia, la cual más tiene su fuerza en la verdad que en las frías digresiones.

Pongamos en la antigüedad á MONTANO, que imagina vivamente, que el Espíritu Santo ha dado á él sus dones, y no á los Apóstoles, imprimiéndose profundamente en su imaginacion esta especie y otras semejantes, las quales hallando la razon flaca, y el juicio poco sólido, los pervirtieron, ocasionando graves errores.

No sería difícil, mejor dicho, sería casi seguro que el enérgico inválido satisficiera en esta ocasión, como en tantas otras, su apetito desordenado de contundir a sus semejantes, si no fuera porque en aquel instante se interpuso la huéspeda. ¿Qué va usted a hacer, caballero? ¡Maltratar a un sacerdote!... En mi casa no se dará tal escándalo...

Al penetrar por la portada principal nos hallamos en una inmensa plaza irregular, hacia la cual afluyen cinco ó seis calles, y en cuyo centro se levanta la mas considerable de las dos capillas ó iglesias del establecimiento. Todas las calles están formadas por hileras de casitas perfectamente iguales, ó al ménos muy semejantes, habitadas cada cual por una ó varias beatas ó beguinas.

Singularmente los pollos se agitaban convulsos, frenéticos; encontraban deficiente la legislación, que no contenía medios de prohibir semejantes monstruosidades.

¿Gracias?... ¡Ay, madre Larín, qué mundo, qué mundo!... ¡Ojalá y sólo se gastara el dinero en cosas semejantes!... Entró en la berlina... Verdaderamente que aquella idea debía de venir del cielo, porque era Lilí, un ángel del Señor, quien se le había inspirado.

Aun no hace mucho se ha encontrado la imagen de San Ildefonso con una gorra de marinero en la cabeza y una larga pipa en la boca. ¡Por los siete Dolores de la Virgen! ¡semejantes abominaciones no anuncian nada bueno!

Presentábanse los músicos con las piernas desnudas, levita de uniforme y emplumado chacó, semejantes a esos jefes indígenas que adornan su desnudez con casacas y tricornios de deshecho. Frente a la iglesia brillaban como un incendio los grupos de hachones, y al través del gran hueco de la puerta veíanse, cual lejanas constelaciones, los cirios de los altares.

-Eso es -respondió don Quijote- porque es mayor el número de los religiosos que el de los caballeros. -Muchos son los andantes -dijo Sancho. -Muchos -respondió don Quijote-, pero pocos los que merecen nombre de caballeros. En estas y otras semejantes pláticas se les pasó aquella noche y el día siguiente, sin acontecerles cosa que de contar fuese, de que no poco le pesó a don Quijote.