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Ambos sentían aversión por el sonido articulado, sobre todo Piscis, y escatimaban su empleo. Mas a Pablito lo mismo le daban ya pitos que flautas. Hombre, Piscis... ¡tengo una pereza!... ¿Quieres hacerme el favor de ir a la cuadra y decirle a Pepe que le otra untura de aceite al Romero? Yo se la daré respondía con semblante fosco Piscis.

Pero las sonrisas divinas de la naturaleza no fueron poderosas para desarrugar el semblante ceñudo de nuestro guapo. Dió algunas vueltas por la casa y, cosa que nunca había notado, le pareció grande y fría.

¡Lo mismo que yo te he dicho tantas veces! exclamó, retozándole la alegría en el semblante . ¿Qué necesidad tenemos nosotros de sufrir lo que aquí estamos sufriendo? Con lo que ya conocemos este trato, ¿cuánto no podríamos ganar estableciéndole en la ciudad? ¡No, Juana, no!... ¡Basta de taberna! Si con ella entráramos en la ciudad, taberneros seríamos hasta el fin de los siglos.

Sonriendo, la tomó de la mano para obligarla a entrar. «El pobre Canencia... dijo . Cosa rara... Hace tanto tiempo que está tranquilo... Pero es un ángel, es incapaz de hacer el menor daño». Ambos le miraron. El semblante del anciano no expresaba ira, sino emoción, y dos lágrimas rodaban por sus mejillas.

Una sombra instantánea obscureció la fisonomía del viejo y una palidez mortal invadió su semblante. A me pasó algo análogo; la voz se me ahogó en la garganta, y viendo que se prolongaba aquella situación, de la que las gentes del rancho no se daban cuenta, les dirigí dos o tres palabras triviales, como para salir del paso y le di orden a Alejandro de dar vuelta.

Su decaimiento físico fue rapidísimo: le vi esforzándose por erguir la cabeza, que se le inclinaba sobre el pecho, le vi tratando de reanimar con una sonrisa su semblante, cubierto ya de mortal palidez, mientras con voz apenas alterada, exclamó: Esto no es nada. Siga el fuego.

Las calles iban quedando oscuras y el semblante del guapo también.

Se interrumpió Felipe un momento en medio de su perorata, esperando conocer en el semblante de Amaury la impresión que le producían sus palabras, de cuya elocuencia por su parte no estaba descontento; pero sólo pudo notar que su oyente añadió un pliegue a los muchos que ya surcaban su frente, y exhaló un suspiro aún más profundo que el anterior.

Y volviendome á Apolo con denuedo Mayor del que esperaba de mis años, Con voz turbada y con semblante acedo, Le dixe: con bien claros desengaños Descubro, que el servirte me grangea Presentes miedos de futuros daños. Haz, ó señor, que en publico se lea La lista que Cilenio llevó á España, Porque mi culpa poca aqui se vea.

Si yo tuviese una diplomacía y una cortesania que no tengo que no quiero tener, es casi seguro que veria á la esposa de Napoleon, y que a través del alabastro de su semblante, divisaria las sombras que dan vueltas alrededor de su alma; porque, no hay duda, en ese cielo hay nubes.